huelga de hambre de presos palestinos
Los presos palestinos llevan su protesta al borde de la muerte
Uno de ellos lleva ya 74 días sin comer. En una carta leída por Haniyeh remarcan que «o vivimos con dignidad o moriremos con dignidad»
Ainara LERTXUNDI | DONOSTIA
Un mayo de hace 31 años, el preso republicano Bobby Sands caía en coma tras 66 días en huelga de hambre, muriendo el 5 de mayo de 1981. Otros nueve presos compartieron su trágico destino ante una Margaret Thatcher que se negaba a reconocer el estatus político de los presos republicanos y que llegó a decir que «Sands era un criminal convicto que eligió acabar con su propia vida».
31 años después, alrededor de 2.000 presos palestinos mantienen una huelga de hambre para exigir la derogación de la llamada «detención administrativa», de la política de aislamiento y de la prohibición de recibir visitas de familiares residentes en Gaza. Piden, además, que se les permita sacarse una foto con su familia una vez al año y no como hasta ahora, que solo pueden hacérsela una vez durante el periodo de encarcelamiento.
Su estado empeora a cada momento frente a un Gobierno que se niega a atender a sus demandas y sigue tensando la cuerda.
Ya el lunes, el Comité Internacional de la Cruz Roja alertó del «inminente riesgo de muerte» de al menos seis presos. Uno de ellos es Thaer Halahla, en huelga de hambre desde hace 74 días. A sus 33 años ha estado ocho veces bajo «detención administrativa». Se calcula que cerca del 40% de los palestinos que viven en Cisjordania han sido detenidos alguna vez en su vida.
Halahla, que pesa 55 kilos, ha comenzando a vomitar sangre y a sangrar de las encías y del labio. Tras visitarlo el jueves en el hospital penitenciario de Ramallah, su abogada Mona Neddaf advirtió que su presión sanguínea es «extremadamente baja» y que sufre «peligrosas oscilaciones en su temperatura corporal, además de tener una infección». Aunque bebe agua, se niega a tomar vitaminas o minerales. El jueves debía de haber recibido la visita de su familia, pero los servicios penitenciarios israelíes la denegaron la víspera.
Neddaf afirmó que todos los huelguistas encarcelados en Ramallah estaban en celdas de aislamiento y que les han amenazado con no permitirles el contacto con sus abogados si no se levantan para el recuento diario.
Ayer, cientos de presos anunciaron a través de una carta leída por el primer ministro de Gaza, Ismail Haniyeh, su intención de dejar de tomar suplementos vitamínicos. «Juramos que no nos batiremos en retirada. Somos mártires potenciales. O vivimos con dignidad o morimos con dignidad», aseguraron.
Las asociaciones que atienden a los presos han denunciando las presiones que están ejerciendo las autoridades penitenciarias israelíes para que abandonen la huelga. Presiones como confinarlos en celdas de aislamiento, prohibirles las visitas, someterlos a situaciones humillantes o negarles un tratamiento médico digno.
A ellas se refiere el expreso Louay Odeh, que recogió en un diario sus experiencias en la huelga de 22 días que realizaron el año pasado.
Entre otras vivencias, subrayó que el día a día se convierte en un proceso doloroso en el que el único soporte moral es el apoyo popular. «Un soporte que Israel siempre intenta romper valiéndose de muy diversas estrategias; desde sembrar zozobra entre los presos diciéndoles que el número de huelguistas ha descendido o difundiendo la identidad de aquellos que la dejan hasta hacer ver a los presos que su sacrificio no tiene ningún impacto en el exterior».
Por su parte, la ONG Médicos por los Derechos Humanos-Israel exigió el traslado de los huelguistas a un hospital civil, porque los penitenciarios carecen de medios adecuados para atender a aquellos que están en una fase avanzada de la huelga. «El equipamiento es escaso; no hay monitores para medir el pulso ni un laboratorio para obtener información actualizada del paciente. Las habitaciones, meras celdas, están cerradas, lo que puede suponer una pérdida de tiempo fatal en caso de emergencia», incidió.
Denunció, además, que los facultativos del servicio penitenciario israelí, nombrados por el Ministerio de Seguridad Pública, están irrespetando la ética médica, «poniendo innecesariamente en peligro la salud y vida de los presos en huelga de hambre. Su lealtad hacia quienes les han contratado entra en contradicción con las necesidades de los pacientes».
En uno de esos episodios, uno de los doctores retiró a Halahla de su silla de ruedas, dejándolo tendido en el suelo bajo la amenaza de no levantarlo hasta aceptar el tratamiento.
Tras sus prolongadas huelgas de hambre, Khader Adnan (66 días, los mismos que Bobby Sands) y Hana Shalabi (43), militantes de la Yihad Islámica, se han convertido para el conjunto de los palestinos en un símbolo de «rebeldía y perseverancia», que ha abierto la puerta a esta masiva huelga de hambre y que ha puesto el foco en la «detención administrativa», que data de la época del dominio británico.
En el caso de Adnan, el Tribunal Supremo israelí denegó en varias ocasiones revisar su «detención administrativa» hasta que estuvo al borde de la muerte. Fue entonces cuando la Fiscalía militar israelí llegó a un acuerdo con sus abogados para fijar la fecha de la excarcelación el 17 de abril, paradójicamente el Día del Preso Palestino y el día en que comenzó esta protesta masiva.
Una vez en libertad, afirmó que «la huelga de hambre era la única opción que tenía. Mi única arma era la desobediencia. Fui humillado, golpeado y ultrajado sin motivo por quienes me interrogaron. Juré por Dios que lucharía contra la detención administrativa».
Shalabi, arrestada tras ser excarcelada en el marco del acuerdo alcanzado entre Hamas e Israel para intercambiar mil presos palestinos a cambio del soldado israelí Gilad Shalit, fue deportada a Gaza. A. L.