GARA > Idatzia > Kultura

Carlos GIL Analista cultural

Dos

El arte no es solamente el proceso interior de cada artista. Ni son las sensaciones que se establecen en el que contempla la obra. Ni el espacio, ni el tiempo, ni los materiales. Es el conjunto de todas esas cosas, un proceso, una estratificación, un aliento largo, que se impregnan de personalidad, sentimiento, vientos y caricias. Nunca puede ser uno. Como mínimo tienen que ser dos factores para elevarse a categoría. Un poema escrito en un cuaderno azul es un mensaje al mundo perdido en la inmensidad del esfuerzo, pero hasta que alguien lo lea, solamente serán grafías, gritos, secretos, arañazos en la conciencia propia, un deshago, un testamento, una intimidad a la espera de ser descubierta.

Por eso que hay que cuidar a los agentes que son capaces de proporcionar a la humanidad esas coreografías, esas esculturas, esas sinfonías, pero todavía más, para completar su funcionalidad, a los públicos receptores, a quienes convierten esas miles de horas en la barra del estudio plasmadas en un paso de baile complicado por su verticalidad en un espasmo del alma. Ese paso mil veces repetido en al sala de ensayo es un presagio, una intuición vista a través del espejo, hasta que alguien no lo ve, lo siente, lo transforma en belleza, sutileza, emoción, no existe.

Ahora, cuando la presión económica ejerce capacidades disuasorias superlativas,aparece la necesidad de que la formación artística tenga una fase universal, antes de toda idea de profesionalización, para que todos los ciudadanos conozcan sus valores y se puedan convertir en públicos aficionados, reverentes y participativos. Mejorar la calidad de los posibles públicos para asegurar el futuro.