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CRíTICA teatro

Corrupción sin atenuantes

Carlos GIL ZAMORA

El inspector” fue estrenada en 1836, y nos llega adaptada por el director más en forma y premiado de los últimos años, Miguel del Arco, que la convierte en un gran espectáculo, en el sentido más brechtiano, ya que la musicaliza, la socializa, la esperpentiza, todo ello para que la trama, lo que sucede, sea recibida como una obra actual, vigente, no solamente contemporánea, sino de teatro de denuncia. Y es que ese lugar en la tierra, con ese alcalde tan encumbrado, rodeado de políticos oportunistas cuyo mérito es ser fieles al líder, donde la corrupción se ejerce sin atenuantes como algo absolutamente normal, con recortes en sanidad, educación, en la que el concejal de urbanismo se enriquece en cuatro días, en donde todo está montado para ejercer un poder mesiánico, pero absolutista, se parece demasiado a nuestra realidad.

Lo interesante es que a partir del texto de Gógol se ha armado una propuesta actual, popular en el sentido más noble del término, para contarnos esta lucha de poderes, de arribistas, enloquecidos portentos de la desfachatez que se convierten en timadores timados al confundir a un pillo con un inspector mandado desde la capital para revisar sus cuentas. Se trata de que el director, el equipo artístico han ideado un espacio grandilocuente en sus medidas, pero eficaz en su utilidad, con una iluminación que va subrayando las pulsiones dramáticas de cada momento y el equipo actoral, sobre todo, ha entendido perfectamente el juego teatral, llevando sus personajes hasta los extremos de la teatralidad más exigente, para dejar más claras las intenciones y los referentes de cada rol.

Todo enmarcado en una puesta en escena sabia en el sentido de los movimientos corales y de la introducción de los dos cantables, para la transición y la invitación a la reflexión de los espectadores, a los que la dinámica escénica, la trama, la viveza del montaje y de las sólidas actuaciones lo pueden dejar exhausto, pero muy satisfecho, ya que suena el texto, muy bien dicho, y además se lo hacen de manera muy próxima, muy divertida sin perder ni un ápice de rigor, sino todo lo contrario, añadiendo valor a la propuesta.

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