Aitziber Berrueta, Maiana Bustinza, Karmelo Arregi, Julen Arzuaga | Egiari Zor Fundazioa
Congreso excluyente, relato de parte
Se invocan grandes principios rectores de toda cultura democrática, pero con idéntica rotundidad se excluye del evento a las personas que han padecido el terrorismo de estado en sus diferentes variantes
Bilbao acoge desde ayer y hasta el 20 de mayo el denominado Congreso sobre Memoria y Convivencia que, organizado por el Departamento de Interior del Gobierno Vasco, tiene como supuesto objetivo recoger la memoria de las personas que han sufrido el terrorismo y la falta de libertad, así como el análisis de diferentes experiencias y propuestas para asentar la convivencia.
Sus organizadores lo enmarcan dentro del Año de las Culturas por la Paz y la Libertad, al tiempo que lo convierten en escaparate principal de las políticas públicas puestas en marcha por Patxi López para -según sus promotores- sentar las bases de una nueva sociedad sustentada sobre los valores éticos y democráticos de la tolerancia, la libertad, la pluralidad, la memoria y la justicia, para construir el futuro sin olvidar el pasado.
Haciendo un repaso de la lista de ponentes e invitados, salta a la vista el peculiar sentido de la pluralidad y de la tolerancia que ha inspirado esta convocatoria. Casi todos ellos coinciden en lo sustancial de sus alegatos y planteamientos: el «unos matan y otros ponemos las víctimas» que espetaron el pasado otoño a los organizadores de la Conferencia Internacional de Aiete un puñado de miembros de Covite. Es decir, la gran mayoría de los asistentes al Congreso de Bilbo se sitúan en las antípodas del tercer punto de aquella histórica declaración, cuando afirmaba que «instamos a que se adopten pasos profundos para avanzar en la reconciliación, reconocer, compensar y asistir a todas las víctimas, reconocer el dolor causado y ayudar a sanar las heridas personales y sociales». Dicho de otra manera, la «deslegitimación del terrorismo» es su único fin. Se invocan grandes principios rectores de toda cultura democrática, pero con idéntica rotundidad se excluye del evento a las personas que han padecido el terrorismo de estado en sus diferentes variantes, a los familiares de los miles de personas afectadas por la violencia institucional, y a la amplísima corriente de pensamiento que reflexiona acerca del conflicto político y armado contemporáneo en parámetros diferentes a los de la minoría política que ha gobernado la CAV en los últimos tres años.
A la sesión de clausura está confirmada la asistencia del ministro español del Interior, Jorge Fernández Diaz, lo cual es ilustrativo del marchamo de autor que caracteriza este congreso.
Desde Egiari Zor queremos denunciar la intencionalidad política que alimenta esta iniciativa, independientemente del valor intrínseco y la real motivación de algunas intervenciones y asistentes. El Congreso de Bilbo es la epidermis que regula la transpiración de los de siempre, un vano intento de ponerle puertas al campo y el enésimo episodio de una vieja crónica que, como exponía hace poco Iñaki Gabilondo -uno de los invitados- persigue «ganar a ETA la batalla del relato».
Al contrario de lo ocurrido con Carmen Gisasola o con el historiador catalán experto en políticas públicas de memoria Ricard Vinyes, inicialmente invitados y después vetados, nadie se ha dirigido a Egiari Zor para recoger aportaciones de los cientos de personas que agrupa, y que son un testimonio vital de primer orden para que la falta de libertad y los estragos provocados en la sociedad vasca por los estados afloren en el debate político y social en curso. Un debate que ha de tener como fin la consecución de un marco democrático incluyente que permita y asiente la convivencia.
Patxi López y Rodolfo Ares tiene miedo a la verdad. Jesús Loza y Txema Urquijo contaminan la cultura por la paz y la libertad. Pérez Rubalcaba y Mariano Rajoy afinan su estrategia. Tres titulares para comprender la exclusión y el compadreo que se respirará en las instalaciones de EITB hasta el próximo domingo. No obstante, no nos conformamos con criticar y ponerle nombre y apellidos al miedo, a la hipocresía o a la política de estado. Este nuevo tiempo merece el esfuerzo de hablar con todo aquel que esté dispuesto a escuchar, ya que el diálogo prospera en tanto que asumamos que todos tenemos derecho a ser oídos.
Tal y como proclamamos en nuestro manifiesto fundacional, las personas que integramos Egiari Zor nos hemos comprometido con la búsqueda de una verdad completa, integradora de todos los relatos existentes sobre nuestro pasado reciente, respetuosa con todas las vivencias y sufrimientos, pero exigente en relación con el respeto, el reconocimiento y la reparación de todas las vulneraciones de derechos humanos registradas en las últimas décadas.
Cualquier política pública encaminada a ocultar la responsabilidad de los estados en la represión padecida por nuestro pueblo encontrará la denuncia y el relato de la parte más dinámica de la sociedad vasca. Esa que, desde diferentes ópticas políticas, es capaz de conjugar al unísono los verbos paz y libertad, convivencia y democracia, justicia y generosidad. La verdad de la que podemos dar testimonio no pisará la moqueta del Congreso excluyente que arrancó ayer. No nos han dado esa oportunidad, pero es más fuerte nuestro compromiso con la verdad y una solución justa para Euskal Herria que el peso real del inmovilismo.