Acostumbro a buscar mi dosis diaria de humor en la tira de Tasio y en las declaraciones de Basagoiti. El primero siempre tiene algo que decir y en cuanto al segundo, no es lo que tenga que decir, sino lo que dice. Su último alegato hubiera dejado mudo de asombro a Pitágoras. Era algo así como: lo que suma, resta y lo que resta, suma. Y eso que suma lo que resta más lo que resta lo que suma y me llevo una, da como resultado un pacto entre PNV y Batasuna. Magistral. Ha de dar con la cuadratura del círculo este hombre. Lo que quería demostrar mediante intrincados cálculos matemáticos es que de aquí a tres años -citaba proféticamente 2015; es lo que tienen las matemáticas, que son muy exactas-, estamos a las puertas de la independencia. Eso es lo mejor: su confianza en la independencia de Euskal Herria resulta casi enternecedora. Basagoiti entretiene y anima...

Mariano Rajoy es otra cosa. Se ha enfundado su traje de inamovible, ha sellado las costuras, se ha calzado cemento armado y permanece impermeable a vientos nuevos, imperturbable a nuevos pasos e inasequible a verificaciones. Y entre la férrea imagen a mostrar y que la personalidad del mentado tampoco ayuda, ni de globo te lo imaginas de cachondeo. Así que creí que hablaba en serio. Iba leyendo pacientemente su mensaje en el Congreso del PP «este gobierno no se va a mover, aquí no se negocia, que se disuelvan, etc., etc.», -que correspondía a mi dosis diaria de aburrimiento- cuando me tope con la frase clave: «la ley es igual para todos los ciudadanos». Quién lo iba a decir de Mariano, tan formal y circunspecto. De verdad que hasta entonces creí que hablaba en serio.