Imanol Intziarte Periodista
Un cuento chino sin salsa tres delicias
Corre el año 2175 de nuestra era y en el planeta Euroc las cosas no pintan bien. En la más importante planta de una firma que se dedica a la fabricación de material deportivo, los obreros están de huelga. La situación laboral es cada vez complicada y aquí no existe el soma de «Un mundo feliz». Dicen los dueños de la empresa que hay que bajar la producción, ya que las ventas han descendido. Por tanto, no es necesaria tanta mano de obra.
Tienen razón. El mercado ha sido prácticamente copado por los artículos made in Repochi, un alejado planeta que, sin embargo, es capaz de producir mucho más barato. Incluso a pesar del gasto que suponen los transportes espaciales. Nadie se explica cómo los balones repochianos son más económicos.
¿Nadie? Eso sería mucho decir. El avezado emperador de Euroc tiene todas las respuestas. «Los repochianos emplean niños y niñas que cosen los balones, les pagan una miseria y comen y duermen en el taller. Mientras, nosotros optamos por mandar a nuestros críos al colegio y quienes trabajan en la fábrica son adultos que exigen un sueldo mayor, días festivos e incluso vacaciones . Por eso no somos competitivos».
«Qué listo es nuestro emperador, y además campechano y txirene como pocos», piensa el comerciante. Su negocio de venta de material deportivo va viento en popa, acaba de recibir un surtido de balones de Repochi que podrá vender a un precio mucho más barato que los fabricados en Euroc y sacándoles un mayor margen de beneficio. «Los repochianos hacen los artículos con un menor coste y eso es bueno para mi negocio».
Corre el año 2.192 de nuestra era y unos repochianos han abierto, pared con pared con el comerciante, un negocio similar. El comerciante protesta, pero el emperador lo tiene claro. «Los repochianos tienen su tienda y allí comen, duermen, procrean, no sé dónde mueren, pero ya puedes espabilar gilipollas, olvídate de sueldos, festivos y vacaciones. ¿O es que pensabas que te ibas a librar?».