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ANÁLISIS | Presento y futuro del 15M

La cebolla se comprime para seguir como «dedo acusador»

La evolución del 15M se explica por la «teoría de las capas de la cebolla»: las más cercanas al núcleo se han fusionado con éste, mientras que las externas se desligan del activismo diario pero siguen manifestándose. Aún con déficits no resueltos, el aniversario muestra el camino que va de las plazas a las sedes de los responsables de la crisis.

Alberto PRADILLA Madrid

Hace un año, a los medios les pilló a contrapié una de tantas manifestaciones que desembocó en acampada y terminó convertida en un movimiento que inundó la puerta del Sol. Ahora, hordas de cámaras y expertos «quincemólogos» se infiltraban en un epicentro que, sí, es cierto, presentaba menor afluencia que hace doce meses. El paso del factor sorpresa al examen de reválida ha marcado el aniversario del 15M. Y su transcurrir se ha desarrollado, como era lógico, acorde con lo que ya apuntaba en su proceso de descentralización: menos gente, más activa y con lemas más definidos. En realidad, esto puede explicarse a la perfección con la «teoría de las capas de la cebolla». Las más cercanas al núcleo se han fusionado con ese sector que ya enarbolaba pancartas antes de que todo ocurriese. Y de esa compresión ha surgido un sujeto nuevo, con su propio ritmo. Por el camino, los estratos más superficiales se han desprendido del cuerpo. No reniegan de la crítica al sistema, pero se mantienen alejados de una frenética actividad.

Esta concentración de los elementos más activos frente a quien comparte a ratos pero no se mueve a diario explica por qué el 12 de mayo Sol estaba a reventar mientras que las asambleas registraban media entrada. Tampoco se puede pasar por alto que mucha de la gente que se enganchó al activismo con la primera acampada ha engrosado las filas de organizaciones con objetivos concretos, como la que rechaza la privatización del Canal de Isabel II, la «marea verde» que defiende la educación pública o la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. Este tránsito de lo abstracto a lo conciso, con objetivos tangibles, es el principal logro mesurable. Luego están las manifestaciones como exhibición colectiva o las asambleas centrales, que para ciertos activistas tienen ya una imagen más de «hapening» catártico que de verdadero núcleo donde tomar decisiones. Como decía el Nega, cantante de Los Chikos del Maíz, se obvia deliberadamente todo el frikismo que también contienen estas expresiones colectivas, en ocasiones más cercanas a la terapia de grupo que a la discusión política.

Como era lógico, no han cesado de escucharse voces que certifican la muerte de eso que conocemos como 15M. No dejan de ser los mismos que llevan celebrando su funeral desde hace 364 días. A trazo gordo, su teoría es simple: tras la brutal ofensiva recortadora del PP, el 15M tenía que haber reventado las plazas. Y, salvo el 12, no lo consiguió.

Paradójicamente, el «frente agorero» pasa por alto que su insistencia en mirar al 15M con el rabillo del ojo ha reforzado su legitimidad. «Izena duena, izana du». Dicho de otra manera, marchas que por su número de integrantes no pasarían de un breve, abren ahora ediciones digitales, multiplicando el altavoz a consignas que, hasta hace un año, pertenecían al gueto.

La actuación de la Policía en el aniversario ha jugado también un papel determinante. En un primer momento, logró arrinconar a muchos manifestantes en desalojos nocturnos donde, al no contar con tantos efectivos como hace un año, se encontraban expuestos a un despliegue ensayado por semanas. También aquí, ante los desmanes de los agentes, se han vuelto a repetir expresiones de esa ingenuidad que caracteriza a una parte del movimiento. La indignación provocada por agresiones de los uniformados recuerda a la canción de Lendakaris Muertos, «La hoz y el martini», donde se ironizaba con «la Policía pega, los banqueros nos roban, años de universidad y me acabo de enterar».

El estancamiento provocado por la dinámica del desalojo nocturno se rompió cuando las velas del cumpleaños ya se habían apagado. La marcha nocturna del 15 fue un primer aviso. Pero cabría señalar que, si en Venezuela se popularizó el dicho de «todo 11 tiene su 13» por el regreso al poder de Hugo Chávez tras el intento de golpe de Estado, en este caso, «todo 15 tuvo su 16». La cacerolada por los 500 puntos de prima de riesgo sacó al 15M de la ratonera de la plaza y, a plena luz del día, pilló en fuera de juego a los «hombres de Cifuentes». Puede ser que la velocidad con la que el PP destroza lo público contraste con un movimiento de marchas variadas. Pero, con sus carencias, el 15M sigue en esa línea de «dedo acusador» frente a las élites políticas y económicas. Al despojarse, poco a poco, de ciertos «buenismos» prepolíticos, el movimiento se prepara para unos meses en los que, quieran o no quieran, tocará confrontación con un Gobierno beligerante. El reto es saber vender las pequeñas victorias para sumar.

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