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Crónica | Umore azoka 2012

Cuando el humor se resiente a la humorada

No vamos a escribir la palabra crisis. Pero la situación afecta, se palpa, se nota que atraviesa a toda la producción que es la manera que tenemos ahora de nombrar a lo que antes era hacer teatro.

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Carlos GIL

Los espectáculos anunciados como estrenos, llegan inmaduros, algo habitual en el teatro de calle, pero la crisis, perdón, se plasma en la ligereza, el estrés, la falta de tiempo. Y algo más. Las dudas que se ciernen sobre el propio concepto de teatro de calle. Asunto para otros espacios de análisis.

Digamos que los astros se cruzan y por coincidencia mágica aparecen en varios espectáculos de muy diferente condición, lugar de realización, tradición y orden, utensilios repetidos. Supongamos que aparece una plancha doméstica. Pues aparecen dos. O tres. Supongamos que alguien llega con una escalera de aluminio, pues otro llega con cuatro. Lo de las escaleras como elementos de construcción de imágenes y circunstanciales apoyos dramáticos, las usan de manera muy hábil y experimental, los cómicos de Doble Mandoble con su espectáculo divertido, sin apasionar, pero eficaz, porque al menos le saben dar muchas utilidades a esas escaleras de aluminio en “La Belle Escabelle”.

Las planchas se convierten en apoyos narrativos en dos trabajos que, por decirlo de alguna manera vienen de la misma órbita, ya las vimos el día anterior en “Lana” de Pez Limbo y se convierte en el chiste de inicio de “Aquí va a pasar algo” de Zanguango Teatro, en donde nos encontramos con todos los elementos clásicos del actual teatro multiusos: esta obra se presentó en interior en otra feria vasca, aquí lo hacemos en una plaza, pero claro, sigue siendo una comedia de situaciones y de actores basada en el texto. Y cuando esto sucede, y uno de los actores es Txubio Fernández, tenemos ya un foco de atracción importante. Para lo bueno, que es mucho, y para lo malo, que es la comodidad con la que este actor lleva toda situación y personaje a su manera particular de actuar. Eficaz, hasta decir basta. Se está convirtiendo en un clasicismo que entronca con los cómicos españoles de toda la vida cinematográfica, televisiva y teatral.

Supongamos que aparece un paraguas. Pues no, aparecen decenas de paraguas, referenciales, como eje central, como motivo de agitación urbana o como soporte de otros objetivos dramáticos. Una pareja con paraguas que escupen agua, es decir que son una fuente de agua, recorren las calles de Leioa, son los del  British Events Thatre y su “The water show”, es decir ingeniosos en el título, en el nombre de la compañía, y ahí se agotaron sus recursos porque lo otro, su supuesta actuación, es más sencillo que el mecanismo de una alfombra.
Otra cosa son los paraguas burka, los paraguas confesionario, los paraguas Bernarda Alba, de La pasante y su “Rue de dames”. Señoras de negro, de luto, integral, con sus paraguas con cortinilla hasta los tobillos, que forman figuras estáticas de conjunto y coreografía detallada, pero que tienen acciones íntimas, atrapan a espectadores y los colocan debajo y les hablan y cuentan historias No tuve el honor.

Como tampoco pude tomar el “Taxi” que presentó Marco Carolei, con un coche de época, el topolino, un utilitario de los años sesenta convertido en un elemento básico para establecer una relación con los espectadores. Forma parte de un género propio del teatro en la calle histórico. Un coche singular, una suerte de paradojas, intervención con los espectadores y mucha gracia. Y este italiano la tiene. Nada que objetar en lo suyo.
Dos espectáculos nos hicieron cavilar un poco más. Por un lado “Lava” presentado nada menos que como una coproducción entre Studio Orka y Teatre Lliure, visto en una carpa de madera muy especial, para contarnos una historia inverosímil, con rasgos mágicos y rasgos poéticos que convoca a muy pocos espectadores y que, si bien a nosotros nos dejó un poco distantes, por el tonillo de las actuaciones, comprobamos cómo los niños entraban de manera total en lo planteado, mostrando una excitación y vinculación participativa con lo narrado realmente conmovedora. No pudimos ir más allá.

Ni más acá, porque “Gnosia” de X Teatro nos sitúa en un planteamiento estético post-industrial, pero intentando narra una suerte de historia de bufones, en la que descubrimos apuntes muy interesantes, junto a impericias narrativas descomunales, fallos dramatúrgicos que nos tememos podemos achacar al párrafo primero de esta crónica, que demuestran que necesita mucho más rodaje, más poda, más acoplamiento, más ritmo interno, porque esas lagunas despistan, son una fugas de atención y energía que se apoderan de los apuntes positivos. Otorgado el beneficio de la duda.

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