Reunir un reparto de grandes intérpretes veteranos suele ser factible, siempre y cuando los designados sigan en activo y estén dispuestos a trabajar en una película coral donde nadie sea más estrella que nadie. La cosa se empieza a complicar cuando se busca la vuelta de una estrella alejada de los rodajes, y máxime en el caso de Jane Fonda, que no trabajaba en el cine francés desde hace cuarenta años. Lo que convenció a la hija de Henry Fonda fue el guión de Stéphane Robelin, que habla sobre la vejez con total libertad y brinda el tipo de papel que una actriz de edad avanzada anhela desesperadamente por lo mucho que escasean.

Así es como el semidesconocido Stéphane Robelin ha logrado confeccionar en su segundo largometraje un cartel deslumbrante e irrepetible, en el que Jane Fonda figura al lado de Geraldine Chaplin, Pierre Richard, Claude Rich y Guy Bedos. Al experimentado quinteto estelar se suma el joven actor germanocatalán Daniel Brühl, quien aporta la mirada de las nuevas generaciones a la problemática de la vejez.

El chico es un estudiante que está preparando una tesis doctoral sobre el modo de vida de la gente mayor, para lo que contacta con el grupo de jubilados que pretenden convivir juntos en una experiencia surgida de la pura necesidad. Su intención no era la de crear una especie de comuna, o una alternativa a las residencias y geriátricos.

El quintento se reúne gracias a que una de las dos parejas que lo componen posee una vivienda suficientemente amplia como para albergar a la otra pareja, con problemas económicos para pagar un piso, y al que está solo. Este último personaje es encarnado por Claude Rich, que es salvado por el resto de su internamiento en una deprimente residencia.

Todo será diferente en compañía de sus amigos, gracias al humor que aportan Pierre Richard o Guy Bedos, si bien Geraldine Chaplin y la propia Jane Fonda se contagian del tono de comedia vitalista que transmite «¿Y si vivimos todos juntos?». Se concede mucha importancia al sexo, habida cuenta de que suele ser un tabú en relación con la llamada «tercera edad». La convivencia está libre de complejos.