Cualquier proceso que da paso a un auténtico cambio histórico permanece larvado durante mucho tiempo -al menos para una importante parte de la población- antes de que la crisálida se abra y se complete la metamorfosis. Esta fase final suele ser tan rápida que mucha gente siente que el mundo se ha vuelto loco, que todo gira demasiado deprisa a su alrededor y, por tanto, corre el riesgo de entrar en un estado de parálisis intelectual. Es el síntoma del vértigo que produce correr riesgos en la mudanza. Y se produce, incluso, hasta cuando se está convencido desde hace tiempo de que ha llegado la hora de preparar las maletas para dar carpetazo a una situación que se ha hecho insoportable.

Por ello, en estos momentos en los que el Estado español se tambalea como estructura política y económica, es imprescindible observar cuál es el arraigo social del cambio. Está claro que, en Hego Euskal Herria, la mayoría de la ciudadanía apuesta por un cambio de modelo económico que nos aleje, aún más de lo que estamos ya, del que defienden en Madrid tanto el PP como el PSOE. Sin obviar el peso que en su conjunto suman PP, PSOE y UPN, creo firmemente que esa batalla la tienen perdida, porque aquí nadie se cree a estas alturas que la independencia vaya a venir acompañada de un menú de berzas y solo berzas para toda la eternidad.

En cuanto a la estructura política que puede servir de máximo común múltiplo (permítanme la figura literaria, aunque sea incorrecta matemáticamente), la gran incógnita a despejar es la de conocer cuál es el apoyo real que tiene el objetivo de la independencia entre las personas que votan habitualmente al PNV. Y cuanto antes quede definida, mejor para todos.

Por lo tanto, cuando es muy probable que no transcurra mucho tiempo entre las elecciones que se celebran este mes en Ipar Euskal Herria y las que tendrán lugar en la CAV, es necesario que centremos nuestros esfuerzos en aprovechar la oportunidad de salir de la crisálida cuanto antes. No hay que perder de vista que lo importante es hacerlo cuando estemos suficientemente preparados, cuando estemos seguros de que vamos a poder desplegar las alas para no estrellarnos en el suelo. Es cierto, pero si tenemos las maletas hechas, habremos ganado un tiempo precioso. Por cierto, ¡estamos en tiempo de cerezas!