EL PAÍS | Ignacio Sotelo, 2012/6/4
Reivindicación de la parresia
A los atenienses nuestra democracia les parecería más bien una oligarquía (...). A su vez la democracia ateniense nos parece a nosotros poco democrática (...).
Con todo, la cualidad de la democracia griega que hoy más echo de menos es la parresia, que consiste en atreverse a decir todo lo que uno piensa, arriesgando desde el ridículo, al ninguneo de la opinión dominante, incluido el desprecio, cuando no el odio, de los poderosos. Bailar fuera del tiesto se paga siempre a un alto precio.
Justamente, la falta de parresia explica que a la mayoría de los economistas, y con ellos a sus fieles seguidores los políticos, les haya pasado inadvertido durante casi cinco años algo tan obvio como las consecuencias financieras de la burbuja inmobiliaria. (...)
Se han escrito montañas de papel sobre la durísima crisis que nos aflige, sin que apenas haya saltado a la palestra el nombre de Marx, el primero que describe las crisis económicas, vinculándolas al modo de producción capitalista. (...)
La superproducción, piensa Marx, es la causa última de las crisis, a la que suele preceder un periodo de especulación desmedida que en las ramas más diversas aporta una prosperidad generalizada que impulsa a producir más de lo que puede asumir el mercado. Las crisis estallan en la economía financiera especulativa, para luego extenderse a la economía productiva, pero su causa última es siempre la superproducción, a la que precede un periodo de expansión.
Marx subraya la gran paradoja de que, cuando la mayoría carece de lo más elemental, se acumule una gran cantidad de mercancías invendibles. (...) La conjunción de salarios bajos y de una enorme producción de mercancías que los altos beneficios impulsan, lleva a que las mercancías tengan que venderse por debajo del coste de producción, que es lo que Marx llama superproducción, que se corresponde con un consumo muy por debajo de la capacidad productiva, infraconsumo.
De las crisis solo se sale llevando a cabo una completa renovación del aparato productivo, destruir para volver a construir, lo que permite al capital volver a obtener beneficios. La crisis finaliza con la recuperación de la tasa normal de beneficio, reestableciendo el equilibrio del sistema. Marx las compara con el vómito de los romanos, hacer sitio para continuar comiendo, así el capitalismo necesita autodestruirse periódicamente para volver a originar beneficios. (...)