CRíTICA: «Las chicas de la 6ª planta»
Las que tenían que servir en París
Mikel Insausti
La perspectiva lo cambia todo, e históricamente ha faltado el punto de vista del cine francés en el tema de la inmigración procedente del Estado español referido a las chicas del servicio doméstico. Han pasado ya más de cuarenta años desde que Roberto Bodegas realizó «Españolas en París», aquella película que protagonizaron Laura Valenzuela, Ana Belén, Tina Sáinz, Emma Cohen, Elena María Tejeiro y Teresa Rabal.
El relevo lo toman ahora en «Les femmes du 6ème étage» Natalia Verbeke, Carmen Maura, Lola Dueñas, Berta Ojea, Nuria Solé y Concha Galán. Pero el rasgo distintivo está en la manera en que Philippe Le Guay retrata las relaciones entre las criadas y sus señores, magistralmente interpretados en la versión original por Fabrice Luchini y Sandrine Kiberlain.
El enfoque por el que opta Philippe Le Guay es el de la historia de amor entre el señor de la casa y la joven sirvienta, contado en el registro folletinesco de los seriales radiofónicos de la época. En el fondo no es más que un pretexto para la reivindicación apasionada de la vitalidad y el colorido que aportaron aquellas mujeres extranjeras a una sociedad de acogida más avanzada, pero también más cuadriculada y sin margen para la improvisación y el desfogue temperamental.
Son esas mismas diferencias culturales las que dan pie a un tono de comedia costumbrista a la vieja usanza, que hará las delicias del público de edad avanzada que vivió el tardofranquismo.
Es un poco lo que describía Pablo Berger, pero a la inversa, en «Torremolinos 73», donde la represión del landismo chocaba con la permisibilidad importada de los países nórdicos. La sátira incluye los inevitables elementos folclóricos de la España de pandereta, los cuales se prestan a una puesta en escena vodevilesca, muy bien resuelta en el juego de escaleras y puertas que separan las zonas restringidas al servicio con las que pertenecen a las familias burguesas que les contratan.