Siria, un país y dos versiones
Dabid LAZKANOITURBURU
Periodista
Intentar informar sobre Siria con un mínimo de rigor se ha convertido en una tarea ímproba y en una lucha contra a prioris y prácticas que poco tienen que ver -por no decir nada- con esta profesión.
De un lado están los que elevan a categoría de verdad revelada todo lo que escupen los grandes medios y agencias occidentales. Cierto es que se valen, como excusa, de la cerrazón informativa del régimen y de la casi total ausencia, por pura cuestión de integridad física, de corresponsales sobre el terreno. Para aquellos, los titulares son sencillos. Basta la brocha gorda, el olvido intencionado y cómodo de los matices, el silencio sobre los testimonios que contradigan o debiliten la única versión.
Si hay que bendecir una intervención, pues adelante. Y aunque en el futuro, la realidad les desmienta (casos de Afganistán, Irak, Libia...), pelillos a la mar. El papel lo aguanta todo y las hemerotecas se las come el polvo.
Pero hay otro lado. El de los que son capaces de tragarse así, sin más, que las matanzas que se están registrando en Siria las perpetran «terroristas». Porque así lo ha concluido una comisión oficial formada por militares sirios, los mismos que están acusados de la matanza.
En esta línea, no dudan en alabar la posición de Rusia y China, baluartes contra las presiones occidentales sobre Siria. Pero se pasan de frenada y obvian, en todo caso, que a Putin y a Hu les mueven sus intereses -siempre espúreos- y les importa la sangre ajena prácticamente lo mismo que a la OTAN. A la reciente historia me remito.
Entre unos y otros, con aciertos y errores, los sirios se merecen que sigamos informado sobre ellos. Tarea difícil, descorazonadora (el país se está desangrando en matanzas de civiles y atentados) pero, y precisamente por ello, imprescindible.