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Raimundo Fitero

¿De qué hablamos?

Hay días tan absurdos que no sabemos de qué hablar. Hables de lo que hables, acabas hablando de lo que habla todo el mundo. Y hablamos a base de impulsos que van determinando las diferentes graduaciones de un estado de ánimo que nos lleva a mostrar el pánico que nos atrapa de maneras muy diferentes, pero siempre intentando mantener la compostura. Porque, es cierto, ¿de qué hablamos hoy? ¿De fútbol, de sexo, de vacaciones, de lo caro que está el pescado fresco o de las protecciones solares?

Seguramente ese grupo de inútiles políticos totales que están capitaneados por esa cosa a la que llaman Mariano, estarán hablando de dónde colocarse en los próximos meses, porque tiene un futuro muy poco propicio para hacer planes. Es el gobierno más inepto que se ha conocido en la llamada democracia. La falta de respeto de mandar a ese infiltrado del cártel de Chicago que dice ser ministro de Hacienda, para anunciar la medida más extrema que ha tomado ningún gobierno estatal y él, el tal Rajoy, planear un viaje a Polonia para ver el partido de fútbol de la roja, es exactamente la foto de su desgobierno, de su falta de altura política. Su comparecencia pública forzada por las críticas, es una idea del patetismo. Es un peligro público para la ciudadanía, la que voluntariamente quiere ser española, y sobre todo, para los millones que quieren ser vascos, catalanes o gallegos solamente y por fuerza deben asumir que la ineptitud de esa cuadrilla de políticos profesionales les afecte y de manera irreversible.

Porque ha empezado la fiesta. Yo creo que por una vez el fútbol es conversación secundaria. Resulta que hay demasiada gente afectada por el corralito de bancos y cajas, este rescate con una cifra tan inabarcable ha disparado las sospechas, la desconfianza total. Esos tipos que aparecen por la tele con laca, barba, calvos, con gafas o con lentillas, mienten, son unos delincuentes habituales. Lo malo es que ya están amortizados, pero deben acabar con el plan de privatización de patrimonios, haciendas y vidas. Atentos que van a malversar el mínimo capital democrático que quedaba. Por cierto, ¿cómo se declina el verbo dimitir? ¿De qué hablamos?

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