GARA > Idatzia > Iritzia> Gaurkoa

Mikel Etxeberria | Militante de la izquierda abertzale

La marca España

Esta contundente defensa de la independencia vasca de España parte de la no menos radical afirmación de un empresario de que «el absoluto descrédito y falta de confianza que provoca España en el exterior es un pesado lastre que en muchos casos imposibilita el trenzado negocio y en todos lo condiciona, porque genera un instintivo rechazo muy difícil de neutralizar por el empresariado de Euskal Herria». La receta que propone es empezar a vivir la independencia, como camino incluso para conquistarla.

Al hilo del aniversario de los cien años del hundimiento del Titanic, un empresario vasco, para nada abertzale nos confesaba en un reciente encuentro que pretender realizar transacciones comerciales por el mundo bajo el paraguas de la «marca España» le hacia sentirse como uno de los músicos de aquel crucero que en pleno naufragio trataba de sacarle una nota digna a su instrumento.

El industrial se lamentaba amargamente de que el absoluto descrédito y falta de confianza que provoca España en el exterior es un pesado lastre que en muchos casos imposibilita el trenzado negocio y en todos lo condiciona, porque genera un instintivo rechazo muy difícil de neutralizar por el empresariado de Euskal Herria. Aunque aquí no tengamos la economía intervenida ni las finanzas en quiebra, nos expresa la desazón de un emprendedor que en el desarrollo de su actividad comprueba a cada momento que la «marca España» no es sino un sangrante estigma para la clase empresarial vasca; en sus propias palabras, «un insufrible sambenito, allá adonde se vaya».

Exportar productos vascos de cualquier tipo y sector con marchamo español puede equivaler a la reducción de posibilidades de negocio e incluso a la pérdida de mercados internacionales. La evidencia es de tal calibre que cada vez más industriales vascos realizan transacciones en el exterior e invierten desde nuevas referencias ajenas a España para evitar la identificación con ese Estado y poder vender mejor sus productos en otras fronteras.

Por el mundo, la «marca España» es sinónimo de ruina y equivale a fracaso, de ahí que se haya que poner un énfasis particular en que el producto vasco no se le tome por español. Es una tarea imposible en muchas cosas por la obligación de negociar bajo pabellón español.

España está no solo colgando del acantilado económico, sino también en pleno esperpento político, lo que hace más profundo aún el vientre del precipicio. Cuando los primeros visos de esta crisis generada por el sistema capitalista comenzaban a manifestarse en hechos insoslayables, el Gobierno de España, entonces de Zapatero, proclamaba que la solidez de la economía española estaba por encima de las circunstancias. Decían estar en el grupo de cabeza del desarrollo mundial, con el sistema bancario más saneado... reclamaban incluso su puesto entre los «grandes» del G8.

Sabían que era una falacia, pero como el torero corneado que quiere concluir la lidia, sacaban pecho, saludaban al respetable y miraban al cielo. Tapar un agujero con otro agujero no tiene más destino que el fondo del abismo; todo un clásico en España a lo largo de la historia.

Ahora no vale, como hace Rajoy, echarle la culpa a su antecesor para enmascarar la absoluta inutilidad para arreglar el problema en el que se encuentran, en el que nos han metido. Dijeron que ellos tenían las soluciones, que eran la única solución posible, y resulta que cinco meses después de acceder al Gobierno no solo continuaba la caída libre, sino que ya se les han acabado las ideas. ¿Se puede, acaso, ser más inepto?

En semejante escenario, a nadie le puede extrañar que los empresarios vascos, incluso no siendo abertzales, se esfuercen por quitarse de encima la mancha España cuando tratan de hacer negocios por el mundo.

Y es que en esta crisis mundial del sistema capitalista nadar con España es como tratar de mantenerse a flote con un salvavidas de hormigón. Su naufragio nos hunde con ellos, nos incrementa el paro, nos frustra el desarrollo, por lo que resulta vital alejarse para que no nos arrastren a nosotros también al fondo.

Por mucho que intenten taparlo fomentando un nacionalismo cuartelero, torero y ridículo, España no pinta absolutamente nada en el mundo. Lo hemos visto con motivo de la digna resolución de Argentina y Bolivia de recuperar para sus respectivas naciones el control de los recursos naturales explotados a beneficio de empresas de interés español. España se revolvió como si fuera una cuestión de Estado, de un ataque al «pueblo español». La reacción de Europa y de otros países americanos fue ignorarlos. Ese es su peso real en el panorama internacional: nada, cero.

En este punto, es oportuno recordar las palabras del ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, al poco de tomar posesión del cargo y dirigidas a la diplomacia británica: «se os ha acabado la tontería Gibraltar. España ha vuelto».

¿Se puede ir a algún sitio con España? La respuesta es rotunda: no. Proyectando un poco más allá las reflexiones del empresario vasco con el que hemos iniciado estas líneas, España es para los vascos un estigma vergonzante, un freno al desarrollo integral de Euskal Herria del que tenemos la imperiosa necesidad de librarnos lo antes posible. Por el presente, por el futuro; por el porvenir de la próximas generaciones de vascos a quienes tenemos la responsabilidad de dejar un lugar más justo y más libre en el que poder vivir.

Si siempre hemos tenido presente que la independencia es la estrella roja que guía nuestro proyecto político, nos encontramos ya, de forma ineludible, en el tiempo de comenzar a adoptar actitudes personales y generales y a llevar a cabo acciones precisas que vayan materializando desde la actualidad logros independentistas. La cuestión no es, pues, únicamente generar energía para lograr el cambio de estatus, sino fijar una dinámica permanente de romper amarras con España y de ir poniendo los carriles para la reconstrucción del estado vasco. Dejar de vivir como españoles para hacerlo exclusivamente como vascos debe de convertirse en compromiso y responsabilidad personal que podemos acometer sin tener que esperar para ello a que España nos reconozca, algo que no va a hacer por propia voluntad, sino por la arrolladora evidencia de una realidad que les resulte insuperable.

Estamos viviendo -y padeciendo- la actitud española respecto al proceso político de resolución del contencioso, así que nadie piense que nos van a dar nunca nada a no ser que no les quede más remedio que pasar por el aro. Pues bien, todos los compromisos personales fundidos en el crisol de la independencia harán ese aro que nos devolverá la soberanía nacional y la integridad territorial.

Tenemos todos los rasgos de identidad nacional como cualquier pueblo diferenciado del mundo. Es imprescindible que los potenciemos desde todos y cada uno de los ámbitos y nuestra vida personal, profesional y social. Debemos cambiar las referencias y comenzar a funcionar como independentistas, como vascos. Poner en primer orden nuestra cultura, el euskera, nuestros medios de comunicación, el carácter de pueblo, la identidad nacional. Podemos consumir productos hechos en Euskal Herria, distribuidores nacionales y locales, lo que no solo potenciará la identidad propia, sino que beneficiará de forma notable a la economía vasca y la clase trabajadora. Cada vez somos más visitados por turismo internacional. Que a ninguno de nuestros visitantes le pueda quedar la más mínima duda de que esto no es España, de que está sobre la milenaria tierra de Euskal Herria y de que nos sentimos profundamente orgullosos de nuestra nacionalidad y de nuestra historia, nuestra diferencialidad.

La «marca España», en cualquiera de sus expresiones, es un estigma que además de negarnos como nación nos hunde políticamente y económicamente en el presente y aniquila nuestro porvenir. España es un yugo de plomo del que nos tenemos que liberar; cuanto más tardemos, más nos hundirán en su barro. No hay más futuro que la independencia y más camino para conquistarla que vivir como independentistas.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo