Los móviles inteligentes se han convertido en el azote de los periodistas gráficos
Momento paradójico para la fotografía musical, ya que mientras los profesionales deben de ajustarse a unas normas férreas nacidas de los mánagers, los de la cámara compacta y móviles no cesan en el click.
Juan Carlos GOMI-EFE | MADRID
Una epidemia ha invadido las salas de concierto de todo el Estado español: la cámara del móvil. Todo espectáculo musical que se precie cuenta con centenares de personas con el brazo en alto sujetando un teléfono inteligente que graba o fotografía la actuación, algo que, como es lógico, contraría a los profesionales.
Los historiadores visuales de la estética musical de nuestro tiempo, los fotógrafos musicales, luchan a diario contra esta plaga que banaliza su trabajo y, en algunos casos, supone un claro intrusismo laboral.
«Es como si, en vez de jugar al fútbol, te dedicas a grabarlo». Así se expresa Alfredo Arias, uno de los mejores fotógrafos musicales de nuestro país, que reivindica su especialidad gráfica pese a su dureza, sus condiciones extremas y sus horarios.
Para Arias, fotografiar un concierto no es nada fácil: «Es una aventura, tienes malas condiciones de luz, no hay espacio, no te dan tiempo y necesitas mucha imaginación para sacar una buena foto».
En los grandes conciertos de estadio, por ejemplo, en el último de Coldplay, todo se mide mucho. «Llevé dos cámaras y todo fue muy rápido: el confeti, los fuegos artificiales, Chris Martin ..., tienes que exprimir la situación al máximo. Prefiero las salas pequeñas, como la Sol de Madrid, donde puedes salirte de la norma», señala.
Kiko Huesca, fotógrafo de la Agencia Efe, coincide con Alfredo y destaca las limitaciones que imponen las productoras, que «protegen a sus estrellas» frente a la libertad de los aficionados con sus teléfonos.
Además, resta glamour a una profesión que te permite codearte con las grandes estrellas. «Te puede pasar de todo. Desde un baquetazo en la cara hasta que el artista vacíe una botella de agua sobre tu equipo. Después están las avalanchas o los fosos apestosos», añade con gracia. Pese a ello, considera que el principal problema técnico es la luz que cambia permanentemente mientras los artistas, no paran de moverse en la escena.«La música tiene muchos ingredientes visuales y eso hace muy especial este trabajo», dice.
«Si te compras un guitarra no significa que seas músico». Estas son palabras de Juan Pérez-Fajardo, fotógrafo de rock que, entre otros logros, expone algunas de sus obras gráficas, junto a la chaqueta de Elvis, en el Hotel Hard Rock de las Vegas. Fajardo denuncia el intrusismo del semiprofesional de los pixeles y da la clave de una buena foto: captar el momento.
El Festival Surfilm celebrado en Donostia del 31 de mayo al 2 de junio y del 6 al 10 de este mismo mes, ha dado a conocer los premios del público. En el apartado de largometraje el ganador ha sido «Gauchos del mar», de Joaquín y Julián Azulay, de Argentina, y presentado por Xsories. En cortometraje el premio se ha ido para «UPcycling», de Henrique Ogro Perrone, de Brasil, y presentado por Gaztea.
Frente a un equipo de 10.000 euros, emergen los teléfonos móviles que se han convertido en grabadoras de video y en cámaras fotográficas toleradas por los organizadores, en un juego donde se perjudica al profesional.