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Los gobiernos ganan terreno frente al mito del activismo político en internet

Las revueltas en los países árabes han llevado a la sobrevaloración de la influencia de internet, un mito que algunos expertos están desmontando al tiempo que alertan de su infiltración y utilización por parte de los gobiernos en beneficio propio y para controlar a sus ciudadanos.

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Mirari ISASI

La mayor o menor influencia de las redes sociales en los medios de comunicación, en la comunicación política y en la vida política de muchos países es innegable, aunque exagerada, pero tampoco se puede negar el peligro que representan por el volumen de información a la que tienen acceso y por la propia utilización que se realiza de estas redes, de las que no solo se benefician, como se está haciendo creer, los disidentes de determinados países o los luchadores por la democracia de otros, sino que sirve también a los intereses de los gobiernos.

Una las cuestiones analizadas en el II Encuentro Internacional de Comunicación Política, organizado por la Asociación de Comunicación Política (ACOP) en Bilbo, que finalizará mañana y en el que están participando expertos de talla mundial, es el cambio que internet está propiciando en este ámbito y cómo afectan las redes sociales al activismo político y la difusión de ideas.

Desde hace más de un año, tras el estallido de las primeras revueltas y el triunfo de varias de ellas en el marco de la llamada Primavera Árabe, se ha incidido en la influencia de las redes sociales en los cambios políticos ocurridos en países como Túnez, Egipto o Libia. Pero el experto bielorruso en internet Evgeny Morozov desmitificó totalmente ese poder de las redes sociales al asegurar que no facilitaron las protestas sino el intercambio de opiniones y recordó que «la gente derrocó gobiernos también antes de Facebook».

«Cualquiera que piense que los medios digitales jugaron un papel en Libia están equivocados, allí jugaron un papel quienes tenían bombas», subrayó Morozov, quien diferenció la situación en Libia de la de Túnez. En el caso de Egipto, sobre todo, aseguró que se ha magnificado la cuestión porque los ciudadanos normales no usan Twitter.

«Herramienta de represión»

Reconoció que su optimismo respecto a internet y las redes sociales se ha tornado en crítica ya que aunque no niegue que pueden ser beneficiosos para la «lucha democrática», alerta del peligro porque los gobiernos empiezan a trabajar la comunicación a través de ellos y «empiezan a ganar la pelea». En su opinión, no es difícil imaginar que internet va a favorecer una mayor represión, va a reducir la privacidad y va a permitir a los gobiernos ejercer mayor control sobre los ciudadanos. «Tiene un potencial liberador, pero se necesitará mucho trabajo para validarlo y va a ser más una herramienta de represión que de liberación», afirmó, aunque haya permitido abaratar la comunicación.

Uno de los peligros que constata el bielorruso es que los estados totalitarios no van a tener, ni están teniendo, problemas para adaptarse a esa realidad y utilizarla en su propio beneficio formando blogueros para que se infiltren de forma más sibilina en esas redes sociales, filtrando los accesos, bloqueando las informaciones críticas, manipulando la información, adelantándose a las protestas... es decir, empleando una nueva forma de propaganda mediante la vigilancia y el control de los recursos online. De hecho, consideró que no les resulta muy difícil cuando «las empresas venden tecnología avanzada a países como Siria, Rusia, China o Irán», que la utilizan para el control y la represión de sus ciudadanos.

Para Morozov, el Gobierno de China es uno de los que «usa con más inteligencia» internet para la defensa de sus causas.

Y desde China vino Stephen Dong, director del Instituto de Relaciones Públicas y Comunicación Estratégica de la Universidad de Tsinghua, para explicar cómo su Gobierno sobrevivió y se adaptó a Weibo, el Twitter chino, que desató una tormenta y desafió al Ejecutivo al obligarle a la reconfiguración de la comunicación política.

Según explicó, Weibo surgió porque Facebook y Twitter -que fueron bloqueados durante la revuelta de Xinjiang, hace casi dos años- «no eran muy populares al utilizar básicamente el inglés, que los terroristas empezaron a utilizar para intentar promover un movimiento similar al de la Primavera Árabe». En cualquier caso, aseguró que su irrupción, que causó verdadero temor en el Gobierno y el PCCh porque se trataba de algo fuera de su control, ha posibilitado el brote de numerosos medios de comunicación, tradicionales y digitales, el nacimiento de un canal de 24 horas de información, la creación de influyentes líderes de opinión y la formación de auténticos portavoces que se ven obligados a comparecer en momentos de crisis presionados por el impulso de Weibo y sus informaciones o rumores.

«Se habla de política, de actualidad... y el Gobierno ha puesto en marcha una campaña Weibo, por la que todo el mundo tiene que tener una cuenta y actualizarla», indicó.

A su juicio, Weibo, que está dando una nueva forma a los medios, es un auténtico reto que conllevará «más transparencia, más igualdad, más justicia y mayor respeto».

El negocio, las personas

También a Twitter se refirió el matemático español Esteban Moro, quien explicó cómo se mueven las opiniones en la globosfera y mantuvo que «las redes sociales negocian con las personas al vender tus patrones -opiniones, gustos...-. En ellas el negocio eres tú».

La periodista y bloguera navarra Judith Torrea, por su parte, presentó los blogs como el culmen de la ética periodística. Desde su experiencia en Ciudad Juárez afirmó que «cada vez más gente ha encontrado en las redes sociales y blogs la única manera democrática de contar al mundo lo que está pasando».

«La novedad de las redes sociales se puede acabar si lo transformamos en un medio de publicidad encubierto». Al menos es lo que afirmó Leandro Raposo, exasesor de la presidenta argentina Cristina Fernández y director creativo de McCann Erickson, que asegura que es una herramienta más, pero no la única porque en este caso también la cuestión económica importa.

Desde su experiencia en el ámbito de la publicidad política, señala que para mantener el interés en las redes sociales la comunicación política debe emplear un tono atractivo, ser veraz, buscar persuadir a los no convencidos y no a los que ya lo están y ser original en el discurso, porque «no hay diferenciación en la política y se está generando la sensación de que votes a quien votes será igual». Pero además, tiene que hablar de las cuestiones que le importan a la gente, una tarea que, sostiene, hoy la realizan las marcas comerciales y no los partidos.

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