Un festival no comienza, o sí, cuando sale a escena el primer grupo, sino en el momento que uno desee: compra de la entrada, llegada a la ciudad, colocarse en la cola, ver el recinto, iniciar el viaje, acampar... En nuestro caso es complejo decidir cuándo se recibe el chute de adrenalina, son muchos años y muchos conciertos. Pero el viaje siempre sugiere, aunque sea tan conocido como el desplazamiento desde Bilbo a Gasteiz, es de lo más gratificante, aunque ayer los 33 grados de Bilbo no sugerían en exceso. No obstante, puestos en marcha comenzaron los primeros alicientes. Montañitas a nuestra izquierda y derecha, prados recién segados con su estela de olor a hierba, ovejas recién esquiladas agrupadas en el rincón más complaciente del terreno... Por Laudio las oleadas de viento sureño tienen más mala leche que la nimia brisa de Bilbo. El coche marca 31 grados, pero tenemos el puerto de Altube encima de nosotros y no se duda que arriba correrá el fresco.

Acelerando vamos camino de la meta. Ha caído medio puerto y los 31 grados se mantienen, pero arriba será distinto. Le pisamos al Focus, el rock del cedé nos calienta aún más, fuera música.

Ya estamos en las taquillas de Altube, pero, desafortunadamente, todo sigue igual: los 30 grados. Nos consolamos: «Bueno, en Murgia siempre hace fresco». Pasamos con deleite por el vergel de Zuia, pero el aire sigue siendo tórrido. Tiramos la cuchara, ya no va a producirse el milagro Gasteiz. En la curva de Gopegi, con las campas rasuradas y un paisaje verde de ensueño, se ve a lo lejos Gasteiz. A la altura de Foronda vemos las primeras extensiones de patatas, más verde y ganas de aparcar el coche. Pero la tentación más fuerte llega a la altura de Arangiz, allí están regando con dispersores y uno solo piensa en meterse debajo de ellos. Si se nos leyera la conciencia, nadie imaginaría que nuestro destino es un festival de rock.

Green y calor

En unos minutos estamos ya entrando en la European Green Capital. La venida principal tiene sus dos/tres carriles repletos de coches y el calor machaca. Tiras metros y metros de calle y en ninguna esquina pone el nombre de la calle. Demasiado tráfico y aún resta aparcar. El lugar previsto está hasta las cartolas de coches buscando la primera línea de playa, así que opción b: hacia las campas de Armentia. Tira que tira por el paseo Cervantes y allá, a lo lejos, dejamos el Focus. Por el camino nos preguntamos cómo pasará la gente en Gasteiz las alergias, pues buena parte del aire es un ir y venir de partículas sospechosas. Caminata, protocolos de pulsera, y la entrada a Mendizabala. Los obreros de Laminados Arregui han colocado un puesto de apoyo. Al lado mismo del calor y de la aglomeración de gente se ven las piscinas del complejo Mendizorrotza, ¡qué tentación!

En la cola (larga y un poco lenta en las primeras horas al haber menos personal que el año pasado dando entrada a los azkenitas) predominan los veteranos y los que visten camisetas de negro. Los hay con sombrero vaquero y vistosos tatuajes propios de una vida dedicada al rock y a las motos. Los modelos, o la ropa con detalle, quizá estilo, queda al uso exclusivo de las chicas, o casi.

A las 18.30 estan sobre el escenario Si Craunston, un grupo de soul, swing, rock and roll bien pertrechado, pero que viene a ser en Londres como una de las verbenas de aquí, pero en plan lujo y con nivel, obviamente. Quien se los perdiera no dejó tras de sí ninguna leyenda, así que al siguiente.

En el Escenario 3 actuación de los bilbainos Dr. Maha's Miracle Tonic, mucho más musicales y ambiciosos que los londinenses. Divertidos, profesionales y un repertorio desde Tom Waits a Frank Zappa pasando por las raíces más profundas de la música estadounidense. Sorprendieron lo suyo a la hora del sol deslomado.

Veteranos

La hora de Blue Öyster Cult (19.30) obligó a tomar camino al escenario 1. Quien no llegase a tiempo se perdió un concierto sencillo, pero también a una banda que mostró cómo nació el hard-rock, el hard melódico zigzagueado por la sicodelia y el protojevi. Muchas de las melodías de BOC podrían ser la base de más de una de las canciones de Iron Maiden. BOC construyeron su repertorio tomando sus clásicos más melódicos, pero golpeando con fuerza. Las guitarras fueron protagonistas, siempre con el toque amable de músicos como Nils Lofgren en sus tiempos de Green o de sus primeros álbumes en solitario, o Dave Mason, de Traffic. ¿Bien, mal, vivir del pasado? Todo es posible, pero nos gustaron (que no es ningún razonamiento) un cacho largo a pesar del lacio show.

De vuelta al Escenario 3 y sentados como un gato en su canasto gracias a la zona de cojines de Tabacos, escuchamos a Israel Nash Gripka, un tipo con gusto por las armonías vocales y las guitarras de los Byrds, de los Buffalo Springfield o el primer Neil Young. Un destacado anónimo para la mayoría (no para los inquietos) que contagió a un par de miles de seguidores que pasaron de Twisted Sister para quedarse con el versátil set, pleno de recursos e imaginación, del creador de «Barn doors and concrete floors», uno de los discos del año pasado.

Con pereza, los pies se dirigieron hacia el torbellino Twister Sister. Allí, con su capa y sus pelos teñidos de blanco o rubio oxigenado, Dee Sinder apretaba las cuerdas vocales para sacarle toda la energía posible. Movía al público, aceleraba los corazones, provocaba con sus envites... y el público se divertía. Pues eso. Sigue Jay Jay French, único miembro original desde el 73, con caña, y Dee, repleto de glam a sus 57 años.

A estas alturas de la tarde/noche, toca retirada a redacción. Nos recoge un taxi, casualmente el mismo conductor que el del año pasado, por lo que pasa a ser uno más de la familia Azkena.