Los gigantes del capitalismo europeo, el BCE y el FMI, acaban de dar cien mil millones de euros a la banca española para que se «recapitalice», que no sé si tendrá algo que ver con la idea que manifestó Sarkozy al comienzo de esta crisis sistémica de «refundar el capitalismo».

Empiezo a contar las unidades, las decenas y centenas de mil y de millones, igual que cuando aprendía a leer las cifras, y me asusto, y si, además, las convierto en pesetas, entonces ya me pierdo entre billones irreconocibles, me salgo del horizonte permitido por mi imaginación en cuestión de ceros y de cantidades de dinero que sólo giran y giran en las mismas manos, sin salir del círculo selectivo de quienes al parecer hoy gobiernan los países. Con las imágenes del pueblo griego empobrecido y arrebatado de la historia por los recortes obligados de Alemania, la esperanza se repliega sobre sí misma y se oscurece en una vuelta atrás.

Con el país y su gobierno tambaleando en la ruina, Rajoy transforma el negro en blanco y asegura que al aceptar el dinero España «ha salvado al euro» y, acto seguido, se va a ver a la «roja» que es la que hace patria y un destino en lo universal. Y en el margen de la página que vivimos, la gente corriente escribe la verdad que no se dice: el desencanto del tiempo que avanza sin porvenir, el miedo a que la decadencia democrática de Europa atrape o diluya la independencia nacional y social de Euskal Herria.

No me tengan en cuenta, esto solo es una nota al margen, escrita en una noche de insomnio.