Los egipcios venían preguntándose quién estaba dirigiendo los esfuerzos para frustrar y destruir toda huella de su naciente revolución. Pero el misterio ha terminado. Las máscaras han caído y las cartas están a la vista. Con la decisión del Tribunal Constitucional -formado por leales al régimen de Mubarak que no fueron purgados- de echar atrás el veto parlamentario al candidato de los militares y ex primer ministro, el general Ahmad Shafiq, y la disolución del Parlamento -única institución que representa la voluntad de la gente en el Egipto posrevolucionario-, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas ha dado un golpe de Estado «suave» para seguir tutelando y dirigiendo con puño de hierro todo el proceso de transición.

Para cerrar el círculo solo falta que en las elecciones presidenciales se confirme el pucherazo con la victoria de Shafiq, que considera públicamente a Mubarak como un ejemplo a seguir, y que ya ha anunciado que su primera visita será a EEUU. La decisión del Constitucional deja la política egipcia al borde del caos. en una gran crisis, aunque por ahora no vaya directa hacia una confrontación abierta. Todos los ingredientes para ello, sin embargo, están servidos en el menú.