Los métodos publicitarios se van transformando para ganar efectividad. La clásica, la habitual, con lenguajes más atrevidos y contando historias paradójicas para llamar la atención, pero también la conocida como viral, consistente en lanzar en las redes una noticia falsa que focalice en algún acontecimiento, persona o producto durante unas horas o unos días la atención global, y los efecto reflejos o rechazo o de generar morbo por actuación negligente o censora de alguien.

Estos días se ha vivido dos episodios de estas características que se pueden calificar de la otra publicidad, cuyos resultados seguramente son mejores que la de siempre y habitual. La más extraña, por lo que tenía de implicación de varias personas y que nunca se podrá demostrar es que cuando Rafael Nadal ganó su trofeo de París, tras los fastos y reconocimientos, merecidos, apareció en las informaciones «normales», una noticia que parecía de alcance, sobre el robo de su reloj. Pero se decía la marca del reloj y que según se nos insistía valía algo así como trescientos mil euros. Un peluco de ese precio, es una indecencia, sea dicho de paso. Dos o tres días con ese misterio hasta que apareció el reloj, enterrado, se culpa a un empleado del hotel y esa marca ha tenido una presencia mediática que valorada a precio de mercado publicitario sería muy alta.

El otro caso es más curioso, porque se trata de un portal dedicado a los pisos de compra-venta o alquiler, y habían creado un anuncio para las televisiones en donde se ven a varios jóvenes diferentes en situaciones diversas, intentando hacer el amor en un coche, y el mensaje es ¿por qué no lo haces en casa? Buen anuncio. Efectivo. Pero por esas actitudes, algunas leves imágenes explícitas pero sin que se vea ninguna parte genital, se ha censurado en las televisiones. De repente está en la web, en las redes, y es una publicidad gratuita inmensa. Fantástica. Además sobre algo tan usado, pero a la vez tan curioso en tiempos de crisis como es que se publicite como un portal dedicado a las viviendas. Aquí es el rechazo de unos medios lo que convierten a esta publicidad en principio convencional en especial, en otra publicidad.