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Estilo Bielsa

Automatismo frente a creatividad, ¿hay lugar para ambas?

Contados han sido los cuestionamientos que la propuesta futbolística del argentino ha recibido esta temporada. Uno, la falta de libertad del jugador.

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Joseba VIVANCO I

Más allá de la muy particular visión de Javier Clemente sobre la labor del actual técnico del Athletic, cuando se despachó con aquello de «al final, Bielsa se ha quedado en una serie de frases», o que el argentino «debe mejorar en las finales y en lo que es el estilo del equipo», no cabe duda de que los aficionados rojiblancos -y los innumerables entrenadores, desde el más popular al más anónimo, que siguen de cerca la metodología del rosarino- aguardan con interés la evolución del que será el Athletic 2.0 de la era Bielsa.

Es de suponer que las dudas y la indefinición que mostró el equipo en el pasado arranque liguero no serán tales esta vez, que el técnico habrá sacado conclusiones sobre la acumulación de minutos en pocos jugadores, que perder dos finales habrá servido para extraer algunas lecciones, incluso que el Athletic deberá asumir que su descarada apuesta futbolística ya no será sorpresa para ningún rival.

Al propio Bielsa esta temporada tan larga y exigente le habrá resultado muy provechosa, porque también él era un casi `novato' en un reto así, ya que su última campaña completa al frente de un club data de nada menos que el curso 1997-98, con el Vélez Sarsfield argentino.

Bielsa ha asumido en más de una ocasión que el entrenador rival le había superado en el planteamiento del choque, incluso ha entonado el `mea culpa' cuando ha sentido que se ha equivocado, sobre todo en la final de Copa, en que se le achacó -y mucho- esa apuesta suya por el marcaje y la presión individual, al hombre. Pero no es menos cierto que han sido contadas las voces autorizadas en el mundo del fútbol, periodístico o de los banquillos, que han cuestionado su propuesta futbolística global esta temporada.

Una de ellas ha sido la de su compatriota y exjugador Santiago Solari, ahora brillante columnista del diario ``El País''. Tras la derrota en la final de Bucarest, bajo el título ``El cazador cazado'', escribía: «Cuando los equipos como el Athletic logran rasgos de identidad tan definidos, lo hacen en base a un convencimiento total y a insistir, una y otra vez, sobre los mismos conceptos. Si hubiera demasiado lugar para la duda, o si el entrenador adaptara continuamente esos conceptos según cada circunstancia, los rasgos de identidad serían menos evidentes».

El problema, añadía Solari, es que «lo hizo así más allá de saber que su rival conocía el escenario y tenía tiempo de tender todas las trampas. Lo siguió haciendo después, cuando vio que las trampas funcionaban».

Solari sostenía en su análisis que «la insistencia del Athletic en jugar cada pelota sin apartarse del libreto más allá de los riesgos que asumía, sobre todo en los cruciales primeros minutos, nos muestra una hermosa paradoja. Un equipo debe insistir para construir una identidad, pero esa insistencia le puede hacer, a su vez, más rígido. La rigidez no siempre es una virtud».

Una reflexión que llevaba al argentino a opinar que «cuando la identidad de un equipo ya está claramente constituida, esta no se pierde por mostrar elasticidad frente a las circunstancias que así lo demandan. En Bucarest, el Athletic fue demasiado previsible en su generosidad».

Intervencionismo o libertad

Unos argumentos que fueron aprovechados por el conocido periodista deportivo del mismo medio Diego Torres, que a través de Twitter entendía que «sutilmente, Solari escribe que Bielsa condiciona excesivamente a sus jugadores, y esto puede ser contraproducente».

A juicio de este periodista, también argentino, «Bielsa hace equipos de autor», y «los equipos de autor tienden a generar jugadores-autómatas». Considera que «los equipos de Bielsa son espectaculares porque ponen el énfasis en automatismos ofensivos», pero que «los equipos automatizados pueden descuadrarse si se enfrentan ante una realidad orgánica que plantea problemas infinitos».

El automatismo es una crítica que persigue a Marcelo Bielsa. Se le cuestiona que impone un esquema repetitivo para el jugador, o que intenta evitar lo inevitable, es decir, lo espontáneo que suceda en una cancha.

«Sus procedimientos se desarrollan con gran intervencionismo táctico y se hace un enorme esfuerzo por tratar de prever y controlar todo lo que pueda suceder durante un partido (...). Si se produce una renuncia a intentar leer y entender desde dentro las necesidades de los partidos, los futbolistas quedan condenados a un papel meramente ejecutivo. Cuando esto sucede, y el jugador solo se limita a realizar obedientemente aquello que se le ordenó, encuentra un cómodo refugio detrás del mandato del superior y se desentiende de su responsabilidad más importante: pensar», escribía ya en marzo de 2011, sobre entrenadores como Bielsa, el propio Santiago Solari, que estuvo a las órdenes del Loco en la albiceleste.

Un cuestionamiento muy habitual que se le achaca a un técnico que quiere «equipos ordenados, y no mecanizados», y que, llamativamente, ha defendido, dentro de su inabarcable locuacidaz futbolísica, que «el excesivo intervencionismo termina por joder al jugador», o que «si en el minuto 85, empatando 0-0 de local, con el rival atrás, le pedís a tus jugadores que `inventen' y no le diste lugar a su creatividad, no le vas a encontrar la vuelta». Bielsa, un libro abierto llamado fútbol.

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