Unos libros vienen, otros se van. Tras la desaparición de «Paraíso», de Toni Morrison, y su reclamo en esta columna, recibí más de una sorpresa agradable y solidaria. Entre ellas «Tal vez sea suficiente», la segunda novela de Alejandro Fernández Aldasoro, publicada por la editorial Txalaparta. Devoré su lectura, me pareció valiente. Intuyo que a caballo entre la ficción y las vivencias personales, Aldasoro construye un personaje perseguido por un estereotipo de mujer que acompaña su evolución personal, su biografía.

Marcado su destino, como el de cualquier mortal, el bilbaíno nos enreda en una historia intimista y circular de la que no tenemos demasiado claro si es posible la huida. Esa historia que nos acompaña y habita a todos, la propia y singular. Aldasoro dialoga con su personaje, las suyas son conversaciones y reflexiones de diván, quizá expiatorias, que parecen vomitar demonios y temores. Leo: «Caminar aplazaba las decisiones y el enfrentamiento con mi recobrada soledad, y eso me daba un indispensable respiro. Y supongo que caminando también la buscaba a ella, que trataba así de multiplicar las posibilidades de verla, de encontrarla saliendo de una tienda o un bar, o caminando por la calle tan sola como yo».

La soledad, esa que nos acompaña siempre, la que, a pesar de nuestros desvíos de ruta, sigue ahí, esperando. Ella es la que se aloja de alquiler en el personaje de esta novela. Una soledad que se transforma en las mujeres que se cruzan en el camino de su protagonista, puede que evocando un mero reflejo de sus carencias, o de sus miedos, o de sí mismo. Tal vez, la vida sea suficiente.