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Koldo Tellitu (*) Presidente de Ikastolen Elkartea

Bastida, merece la pena

El euskara requiere disposición social activa. No es tiempo de inhibiciones, sino de exteriorizar nuestras convicciones. El Araba Euskaraz es una excelente oportunidad para ello

Es cierto que la presencia y el nivel de uso del euskara se halla en situación alarmante en las zonas del país en las que no se reconoce su oficialidad. Pero no se halla en mejor estado donde la oficialidad reconocida no da lugar a políticas de discriminación positiva, y sí a la zancadilla permanente, y el acoso ideológico de los detractores de siempre.

Hablamos del País del Euskara, en su conjunto, pero queremos referirnos en particular al territorio alavés, ante la celebración del Araba Euskaraz en Bastida.

Nos hemos relajado. La necesidad de exteriorizar la apuesta por el euskara, como valor de uso e identidad, forma parte del pensamiento generalizado en la sociedad vasca, estamos persuadidos de ello, pero no de la actuación en la misma dimensión. Lamentamos ser portadores de tan negativa percepción, pero los sectores dispuestos a ser activos, cada cual a su medida, necesitan de una sacudida transformadora y no vamos a ahorrar crudeza en nuestro mensaje.

Se reparará en que ponemos el acento en la sociedad, no en las instituciones, en la Administración. No es que no tengamos nada que reprochar a aquellas. De sobra es conocida nuestra visión crítica respecto de sus políticas. Hay, sin embargo, una obviedad que se halla en el origen de la situación: las políticas y el ambiente social favorable al uso del euskara están directamente ligados a la capacidad de influencia, de disposición activa, de exteriorizar las convicciones, a la manera que sea, de quienes apuestan en ese sentido.

La sociedad vasca supo reconocer las injusticias del franquismo en general, permítasenos la referencia histórica, y la que afectaba al euskara en particular. De ese reconocimiento vino la reacción ante las mismas, una postura activa, una actitud decisiva, generalizada, frente a las mismas.

Hoy, la injusticia, la subestimación de las directivas internacionales de Derecho hacia una lengua minorizada como es el euskara, y decimos «minorizada», no han desaparecido ni siquiera allí donde nuestro idioma es oficial. Y sin embargo la sociedad vasca, los herederos de los sectores activos de antaño, o no reconocen este estado de cosas, no hasta el punto de despertarles del letargo, o la conciencia crítica que caracterizó a la sociedad vasca de un tiempo está pasando a la historia.

La nuestra no es una causa sin esperanza, ciertamente. Junto a indicadores preocupantes, conviven otros en sentido contrario. Pero nuestras actitudes personales y colectivas cuentan, no son neutrales en este marco inestable. De nosotros depende dar carta de naturaleza a los augurios más lúgubres.

Sirva todo esto como fondo general a la mención particular de Araba que haremos en las líneas que siguen. Por poner un ejemplo, aquí el euskara es oficial, pero en localidades en las que la ikastola es el único centro que ofrece educación en modelo D, familias que quieren optar por esta oferta son conminadas por la administración a matricular a sus hijas e hijos en otras escuelas. A veces se evita la materialización de esas políticas, pero no sin luchar por ello.

Todos hemos oído hablar de Trebiñu. Ese enclave vasco bajo administración castellana. Aquí existe una ikastola, pero la administración educativa castellana se niega a concertarla. Y como la administración autonómica vasca no tiene competencias en esa demarcación, pues las familias vascas que han elegido vivir allí se encuentran solas frente a la hostilidad de unos y la abulia de los otros.

No vamos a eternizarnos en la casuística. El euskara requiere disposición social activa. No es tiempo de inhibiciones, sino de exteriorizar nuestras convicciones. Cada cual a su manera, pero todas y todos de alguna.

El Araba Euskaraz, la presencia en esa cita por parte de quienes apostamos por el euskara, de una manera festiva, lúdica, pero efectiva, es una excelente oportunidad para la exteriorizar lo que hablamos. Araba y Rioja Alavesa, la Rioja Vasca, Bastida, es un territorio particularmente apropiado para ello.

Es posible que incluso el tiempo no acompañe, que la distancia aliente a la pereza, pero ni lo uno ni lo otro han sido impedimento en cientos de ocasiones para manifestarnos consecuentemente activos con nuestras convicciones. El que nos digan «a que no» debería ser un aliciente para lo contrario, haciendo verdad lo que se dice de nosotros, de nuestra obstinación.

No es baldía nuestra presencia allí donde se nos necesita. Y en Rioja Alavesa es necesaria nuestra presencia, la presencia del euskara. También aquí es una aspiración generalizada hacia el idioma que nos permite ser identificados en el mundo como lo que somos.

(*) Firman asimismo el artículo Xabier Arrieta (Presidente de la Asamblea de Ikastolas de Araba), Ainhoa Gonzalez (presidenta de la ikastola Bastida), Alfonso Faces (presidente de San Bizente Ikastola de Oion) y Adela Chavarri (presidenta de la ikastola Assa de Lapuebla de Labarca).

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