Si toda la Europa económica estará hoy pendiente de lo que decidan los electores griegos para salvar sus mercados, la selección helena dio ayer una enorme alegría a sus compatriotas consiguiendo el pase a la segunda ronda a costa de una Rusia que una vez más no fue capaz de sacar provecho al talento de sus futbolistas y amenaza a Alemania, posible rival en cuartos.

Por inesperada que fuera, la victoria de los de Fernando Santos no se debió a ninguna revolución de su técnico. Simplemente, el entrenador portugués recogió la receta de Otto Rehhagel que hizo campeón al equipo griego en la Eurocopa de 2004; rigor táctico, solidez defensiva, compromiso y capacidad de castigar cualquier mínimo error del rival.

Así, Rusia tuvo el control del esférico durante la mayor parte del tiempo, tocó con cierta fluidez, pero adoleció de falta de esa agresividad que, por contra, sí tuvieron los helenos.

Karagounis y Samaras personificaron el ímpetu griego y el centrocampista del Panathinaikos aprovechó un error de Zhirkov al borde del descanso para hacer el gol del triunfo.