Uno se acuesta con las valoraciones de los resultados electorales griegos, franceses y egipcios y pierde la noción de lo que es bueno, malo, regular o irrelevante. Los comentaristas televisivos, supuestamente conocedores de la situación internacional. están muy pendientes en demostrar que lo sucedido en Grecia, electoralmente, es bueno. Pero no dan argumentaciones, dan simplemente consignas. Los dos partidos que presumiblemente van a gobernar en coalición son los responsables de la situación, ¿y eso es bueno? Y como ha dicho el gran fracasado europeo, ese bulto con barbas que balbucea por los rincones y que responde al nombre de Marianico el insensato hombre gris, que es un respiro, entonces los augurios sobre el pueblo griego no dejan de ser bastante negativos.

Supongo que califican de bueno la supuesta sumisión a los dictados de ese lugar ignoto desde el que salen las decisiones. Pero cuando analizan lo sucedido en Francia, se quedan colgados del tópico. ¿Los socialistas son la solución o parte del problema? Parece obvio que se han aprovechado del efecto pendular del voto ciudadano. Aparentemente, Hollande está en el polo opuesto de Merkel en el diagnóstico y el tratamiento para resolver la crisis europea, pero ¿a la hora de la verdad se apartará de la ortodoxia de los mercados? Sobre las elecciones egipcias, el despiste es total y absoluto. Lo que sucede es que el desprecio es fruto de la ignorancia y el desinterés.

Parecido a lo que sucede sobre la sentencia absolutoria de la Audiencia Nacional con los procesados de D3M y Askatasuna. No se escuchan voces que reclamen reparación, ni se dan golpes en el pecho por el triunfo del estado de derecho. Además sucede en paralelo con el penúltimo acto en el Tribunal Supremo del ultra Carlos Dívar con la presencia del cuñado de Urdangarin, y la prensa política española está en los parámetros de «Sálvame», por lo que le interesan bastante más esas cuitas de bragueta vieja que lo sustancial. Si se miran los considerandos absolutorios, solamente pueden entrar accesos de vergüenza democrática ajena por la obviedad de sus argumentaciones. ¿Crea jurisprudencia? ¿Qué hace Otegi en el talego?