Maurizio De Giovanni | ESCRITOR
«La novela negra es el género social por excelencia»
La Feria del Libro de Madrid ha tenido a Italia como país invitado. Pocos suscitaron la expectación de este escritor tardío (debutó como novelista a los 49 años), responsable de uno de los sucesos literarios más destacados de los últimos años: la saga de novelas del comisario Ricciardi.
Jaime IGLESIAS | MADRID
Ambientadas en los primeros años de la era fascista, estas narraciones (a medio camino entre el policiaco y el realismo mágico) están protagonizadas por un detective que tiene el don de conectar con el espíritu de los que murieron.
Recientemente Lumen acaba de editar en castellano las dos primeras entregas de la serie: «El invierno del comisario Ricciardi» y «La primavera del comisario Ricciardi», todo un homenaje a una ciudad, Nápoles, y a unos años, dominados por una tensa calma.
¿Cómo lleva eso de ser un auténtico fenómeno literario en Italia?
(Risas) Con toda la normalidad que puedo. El mío es un caso extraño de éxito repentino y no buscado. Siempre he sido un lector voraz, pero nunca había considerado la posibilidad de dedicarme a escribir; sin embargo, animado por algunos amigos, me presenté a un concurso literario que, sinceramente, no esperaba ganar y luego todo vino rodado.
¿Fue así como nació el personaje del comisario Ricciardi?
Sí, fue un personaje que desarrollé por primera vez en el cuento que mandé a aquel concurso. Tras resultar ganador del mismo, un editor me animó a desarrollarlo en novelas de mayor extensión y ya voy por la cuarta entrega de la serie.
¿Y dónde cree que radica su éxito? ¿Tal vez en ambientar sus investigaciones en los años del fascismo?
No lo sé, la verdad es que mis novelas se desarrollan en aquella época también de un modo un poco casual. El cuento que dio origen a toda la saga de Ricciardi lo escribí en Gambrinus, que es un café modernista que hay en Nápoles, cuyo espíritu me retrotrajo a aquellos años. Luego pensé que se trataba de una época apasionante literariamente hablando, sobre todo para un género como el policiaco. En los años 30 no existía la policía científica, no había el CSI y esas unidades tan complejas que hoy impregnan toda investigación. Eran unos años donde la gente se socializaba en los cafés y hablando por la calle con unos y con otros. Eso es lo que me convenció para ambientar mis novelas en esa época.
Sin embargo omite el componente político...
Mi objetivo no es profundizar en el relato histórico de lo que fueron aquellos años, aunque en mis libros hay pinceladas que denotan, ciertamente, lo que era vivir bajo un sistema represivo. La gran ventaja de servirte de un género como la novela negra es que la figura del policía, por su propia naturaleza, es la única capaz de meter las narices allí donde otros no lo harían nunca por miedo.
O sea que está de acuerdo con quienes afirman que la novela negra, para ser considerada como tal, siempre ha de tener una naturaleza política.
No, política no, en todo caso social. La novela negra es el género social por excelencia, siempre te permite evocar los pormenores de una colectividad en todos sus ambientes y en sus distintos grados de complejidad... Eso no quiere decir que sea una novela política, al menos lo que yo entiendo por novela política, que es aquella que comporta necesariamente un espíritu de denuncia.
Le pregunto esto porque la novela negra, como tal, es un género que nace en EEUU sobre el trasfondo de la crisis del 29 y no sé si será una coincidencia, pero en medio de un escenario como el actual parece que esté viviendo un nuevo período de plenitud.
Es natural. A pesar de esa proyección social que acabamos de comentar, este tipo de narraciones finalmente ilustran la singularidad del alma humana. El lector se siente siempre reflejado en las turbulencias emocionales que le cuentan y que, en la mayoría de los casos, expresan nuestro lado más oscuro, más perverso. Por eso, más allá del momento, pienso que se trata de un género que siempre tendrá su aceptación: es una literatura pasional.
¿Usted se considera un escritor visceral?
Completamente, yo no concibo ese mito literario del «pánico que embarga al escritor ante la página en blanco». Yo si escribo es porque tengo necesidad de ello, si no la tengo no lo hago. Para mí escribir es como vomitar y perdóname que use un símil tan escatológico (risas), pero es así: siento que tengo algo dentro que necesito expulsar.
Y, sin embargo, su estilo es más bien reposado, tranquilo, alejado de la tensión y la tendencia al paroxismo que suelen definir este tipo de narraciones.
Cuestión de carácter supongo. En la Italia meridional somos así, una mezcla de violencia y sosiego, de pasión y calma, y en Nápoles más. Nápoles es una ciudad donde todo parece que esté próximo a estallar y, sin embargo, no llega a hacerlo nunca, lo que te hace relativizar el alcance trágico de la vida y, singularmente, de la muerte.
Nápoles y la especial relación que sus habitantes tienen con la muerte están, de hecho, en la esencia de todas sus novelas donde, incluso, el protagonista tiene el don de conectar telepáticamente con quienes están en trance de morir.
Sí, de hecho muchos me han criticado esto: «¿Cómo puedes escribir en un registro realista haciendo al comisario Ricciardi depositario de un don sobrenatural?». Lo que ocurre es que esa tenue frontera, que separa lo real de lo surreal, en Nápoles se diluye completamente y si se trata de profundizar en las contradicciones del alma humana, algo que como dijimos antes está en la esencia del noir, para hacer justicia al alma napolitana, a la manera de vivir y de sentir de mi gente, tenía que transitar por ese territorio. En ese sentido Nápoles tiene la particularidad de ser la única ciudad sudamericana fuera de Sudamérica, el único lugar de Europa donde cabe asumir como algo verosímil el llamado «realismo mágico» (risas).
«Más allá del momento, pienso que la novela negra es un género que siempre tendrá su aceptación: es una literatura pasional»
«Nápoles es una ciudad donde todo parece que esté próximo a estallar y, sin embargo, no llega a hacerlo nunca»