Paz Francés Lecumberri | Asociación Salhaketa de Nafarroa
El traslado
Algunas de estas personas golpearon la chapa del autobús en un pequeño acto de queja y reivindicación por la situación que estaban sufriendo
El lunes 18 de junio por la mañana se produjo el traslado de la que ya podemos llamar antigua cárcel de Pamplona/Iruña a la nueva macrocárcel, la que finalmente parece han decidido denominar Centro penitenciario Pamplona I. ¿Será que dentro de unos años nos querrán convencer de que es necesario hacer un segundo? Quién sabe...
Sin mayor repercusión mediática se ha hecho el traslado después de la polémica inauguración, que tuvo lugar hace dos semanas. Polémica por las cuestiones medioambientales que desde el principio ha suscitado el proyecto de construcción de esta obra y por haberse terminado sin esperar siquiera a que el TS se pronuncie sobre la legitimación o no de la exclusión de la necesidad de un proyecto de impacto medio-ambiental por razones de urgencia. Polémica por el coste que ha supuesto su construcción en un momento de crisis económica, que para quien no lo sepa ha sido de más de 80.000.000 euros. Polémica porque incluso el director general de Instituciones Penitenciarias, el señor Yuste, pocas semanas antes de la inauguración, afirmó que por el escaso personal del que se disponía, el centro no estaba en condiciones de abrirse. Polémica por la distorsionada imagen de «cárcel de lujos» que los medios de comunicación hicieron a cuenta de la piscina y las televisiones de plasma de las que disponen los internos en sus celdas. «Mejor que se pudran en sus celdas, eso tendría que ser la cárcel», falta por decir a algunos de los medios de comunicación que dieron la noticia. Finalmente ni piscina ni televisiones de plasma, como si acaso una cochina piscina donde bañarse una vez cada dos meses fuese un lujo a disposición solo de algunos privilegiados, y como si en la actualidad existiesen otras televisiones que no fuesen de plas- ma... Polémica porque se sabía que esta nueva cárcel suponía triplicar el número de internos para una comunidad con una tasa de «delincuencia» bajísima, porque supone la implantación de primeros grados, de más medidas de seguridad, de más invisibilidad... porque desborda a las asociaciones que conforman el tejido de (re)inserción, ya que los recursos serán los mismos pero para muchísima más población... Pero irremediablemente se hizo el deseado traslado... porque total, ya que el «monstruo» está hecho... pues habrá que utilizarlo... Y con éste se desata un largo periodo de lucha de intereses por determinar qué hacer con el solar en el que queda el viejo edificio.
De dos en dos salían los internos esposados hasta el autobús especial que la Guardia Civil utiliza para los traslados ordinarios de internos, y por si fuera poco eran acompañados de una pareja de la Guardia Civil para recorrer un pasillo de máximo 15 metros que les llevaba hasta el vehículo estacionado fuera de la prisión. En el traslado, las funciones de la Policía nacional se reducían a tapar la visibilidad de la escena, no fuese que alguien se escandalizara al verla. Fuera del recinto un pequeño grupo de compañeros estuvimos animando en la «mudanza» a las personas presas con algunos pitos y un par de cazuelas de la manera más precaria. Algunas de estas personas estando ya dentro del vehículo, a nuestro paso, golpearon la chapa del autobús en un pequeño acto de queja y reivindicación por la situación que estaban sufriendo. Una imagen que simbolizaba perfectamente la sociedad de control y opresión en la que vivimos. Pero cuando todos pensábamos que la escena era el máximo de lo deprimente faltaba la guinda del pastel, un insulto más a la inteligencia: un corte de mangas de la benemérita para los pocos que estábamos allí justo cuando arrancaba uno de los autobuses destinados al traslado que llevaba a los internos
En un día así no más podemos decir lo que seguramente estemos cansados de repetir para no ser escuchados, lisa y llanamente «No a las cárceles!». Porque creemos que somos capaces de construir algo mejor, porque creemos que somos capaces de construir una forma de resolver nuestros conflictos diferente y vivir de otra manera fuera de una sociedad del castigo progresivamente más pobre, con mas miseria, mas controlada, mas sumisa, mas egoísta, mas insolidaria, mas consumista, mas mecanizada, mas abandonada a sus miserias, mas asustada, mas infeliz, mas insensible, menos crítica, mas manejable, mas asfixiante...porque lo creemos de verdad lo único que hoy podemos hacer es dar un corte de mangas a Instituciones Penitenciarias.
(*) También firman este artículo, entre otros, Jon Igartua Mendizabal, Blanca García de Eulate, Libertad Francés Lecumberri, Manuel Ledesma Moreno, June San Millan García, Maite Virto Ibañez, Iranzu Baltasar Martin, Javier Lansac Colom, Edurne Arguiñano Perez.