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El último título

El tiempo vuela, pero las emociones permanecen

La Real celebra hoy el 25º aniversario del éxito de aquella calurosa tarde del 27 de junio de 1987 en Zaragoza en la que levantó la Copa. Se trata del último título que ha podido celebrar un equipo vasco.

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Joseba ITURRIA

25 años. Un cuarto de siglo. Una minucia en términos geológicos y seguramente también para los txuriurdines, que el 27 de junio de 1987 vibraron con la final de Copa que acogió La Romareda. También para ellos el tiempo ha pasado en un abrir y cerrar de ojos pero, aunque las hojas del calendario sigan cayendo inexorablemente, las emociones permanecerán intactas.

La tensión previa al encuentro, los nervios de la tanda de penaltis, las lágrimas por las despedidas, la explosión de júbilo con la última parada de Luis Arkonada, el recibimiento al equipo en Donostia... Pero, sobre todo, la satisfacción de celebrar el éxito de un equipo diferente, el equipo de casa, el equipo en el que juega el hermano, el vecino, el sobrino o el amigo, el equipo del pueblo, la Real. Precisamente ese hecho diferencial es el que permite que, pese a la prolongada sequía de títulos que ha seguido a aquella tarde de verano, pese a los años en el infierno, pese a los momentos de zozobra institucional, no haya demasiadas diferencias entre quienes solo conocen aquella victoria por los libros de historia y quienes lo vivieron en persona. La emoción del recuerdo, la satisfacción del presente y la esperanza del futuro no entienden de generaciones en la familia blanquiazul.

Tampoco del lugar del campo en el que se vivió la consecución del título. «Han pasado 25 años, pero parece que fue ayer», admite Bixio Gorriz. «Teníamos mucha confianza en nosotros mismos y mucha ilusión de brindar el título a todos los aficionados. Fueron momentos muy bonitos, es muy difícil describir con palabras lo que sentimos aquel día», recuerda en la página web del club.

«Tras detener el último lanzamiento, la alegría fue tremenda. Todos gritando, corriendo... Fue muy bonito», rememora Luis Arkonada. «El ambiente era muy bonito y el partido fue muy abierto. Vivimos momentos inolvidables, levantar la copa, la vuelta al campo...», relata el exguardameta. «Fue un partido durísimo por el calor y el ritmo que tuvo», añade Juanan Larrañaga, aunque también se queda con lo principal. «Tengo recuerdos muy bonitos».

Tras el penalti detenido por Arkonada «fue todo alegría, nos pusimos a saltar... Las celebraciones fueron inenarrables. La afición se merecía la Copa tanto como nosotros. La afición es lo mejor que tiene la Real». Una aficion de la que Martín Begiristain había formado parte muy poquito antes de convertirse en uno de los héroes de La Romareda. «Cuando la Real ganó las Ligas yo estaba en Tolosa aplaudiendo al autobús de los jugadores y pocos años después era yo quien estaba subido al autobús. Fue una fiesta total».

No solo los protagonistas directos de la victoria recuerdan estos días lo sucedido. También los aficionados desempolvan el álbum de fotos a través de las redes sociales, para verse sentados ante el televisor junto al resto de la familia con la camiseta de su ídolo, en la sociedad mordiéndose las uñas con la cuadrilla, o en la grada con la ikurriña sobre los hombros. El tiempo vuela, pero las emociones y los recuerdos permanecen.

También la crónica de aquella jornada histórica, que habla de los 25.000 seguidores guipuzcoanos que tomaron Zaragoza. No llegó a llenarse La Romareda, donde se dieron cita unos 37.000 espectadores, con amplia mayoría txuriurdin. En el palco, además de los reyes de España, se encontraban las autoridades del momento: el ministro Javier Solana, el presidente de la Federación Española José Luis Roca, el de la Liga Profesional Antonio Baró... También Jesús Gil y Gil, que acababa de acceder a la presidencia del Atl. de Madrid, estrenándose con derrota.

Toshack planteó el encuentro con la sorpresa de alinear de salida a Dadie en la posición de líbero, por detrás de los centrales Gorriz y Gajate, con lo que adelantó la posición de Juanan Larrañaga al centro del campo. Los cuatro formaron parte de una alineación que se convirtió en historia de la Real: Arkonada; Sagarzazu, Gorriz, Dadie, Gajate, López Rekarte; Zamora (Mujika, min. 86), Larrañaga, López Ufarte (Martín Begiristain, min. 103), Txiki Begiristain; y Bakero. Enfrente, un Atlético que, entre otros, alineó a Peio Uralde.

Los donostiarras salieron muy fuertes y fruto de ese buen juego llegaba, en el minuto 10, el primer gol del partido, en una acción en la que José Mari Bakero pasó de espaldas de manera espectacular el balón a López Ufarte, que encaró libre de marcaje al portero Abel, que dudó en la salida, para batirle con un buen tiro con la izquierda.

El Atlético de Madrid estaba a merced de la Real, que daba la imagen de estar en condición de sentenciar el partido, pero en la primera aproximación de peligro real de los colchoneros llegó la combinación entre Da Silva, Marina y Rubio, que fue culminada por el urugayo con un buen disparo con la diestra.

Reaccionó bien la Real, que siguió con su buen juego. Y volvió a marcar. Bakero dio un balón a Txiki Begiristain dentro del área; éste recortó y, al encontrarse con cuatro defensas rojiblancos, solo le quedó la opción de golpear el balón con la pierna derecha. Es lo que hizo. Y colocó el balón por toda la escuadra, sin que Abel pudiera hacer nada más que mirar cómo entraba el cuero. El de Olaberria demostró con aquel golazo que usaba la pierna derecha para algo más que montar en el autobús.

La Real parecía tenerlo controlado cuando el encuentro iba a entrar en su último cuarto de hora. Pero fue entonces cuando Rubio aprovechó uno de los escasos errores defensivos cometidos por los donostiarras en todo el encuentro para batir a Arkonada con su pierna izquierda.

El choque se veía abocado a la prórroga, como así fue, aunque la historia pudo haber cambiado. Los atléticos, al menos, reclamaron penalti al colegiado Ramos Marcos por una acción entre Luis Mari López Rekarte y Julio Prieto. El trencilla salmantino ya había anulado un gol a Da Silva por fuera de juego en el minuto 52, a pesar de que el linier que seguía la jugada, Crespo Aurré, no había levantado el banderín para señalarlo.

Pero se llegó a la prórroga, y esta se consumió sin movimiento en el marcador, lo que dejó la suerte del título en el acierto en la tanda de penaltis, con los nervios a punto del colapso, aunque no hizo falta agotar los cinco lanzamientos. A los realistas les bastó con acertar los cuatro primeros, por mediación de Bakero, Mujika, Martín Begiristain -Toshack había dado entrada a estos dos jóvenes con el pensamiento puesto en la tanda de penaltis- y Larrañaga.

Rubio marcó el primero rojiblanco, Da Silva envió fuera el segundo, Landaburu anotó el tercero y, en el cuarto, Arkonada detuvo el lanzamiento de Quique Ramos, en una imagen que quedará congelada para siempre en el imaginario txuriurdin, y que dio paso a la gran fiesta de la afición guipuzcoana desplazada a Zaragoza. Al día siguiente, el recibimiento en la capital donostiarra poco tuvo que envidiar al de las dos Ligas.

Han pasado 25 años desde aquel día. Quienes lo vivieron, y quienes no pudieron hacerlo, comparten el recuerdo, vívido, como si hubiera sido ayer. También la ilusión de que algún día no muy lejano puedan repetirlo.

MALDICIÓN

Con su victoria frente al Atlético en La Romareda, los txuriurdines rompían con el maleficio que les perseguía desde principios de siglo. Desde que Comet había sentenciado que la Real nunca volvería a ganar una Copa, enfadado porque el club al que el ciclismo había dado la posibilidad de obtener su primer título copero al cederle el nombre -Club Ciclista, en 1909-, destruyera cuatro años después el velódromo de Atotxa para construir allí un campo de fútbol.

López Ufarte: el adiós de un genio

A los 13 minutos del primer tiempo de la prórroga se produjo la que, quizá, ha sido la sustitución más emotiva en toda la historia de la Real. El cartel anunciador del cambio mostraba el número 11, que llevaba luciendo una década Roberto López Ufarte. No era un cambio más. Significaba el adiós de uno de los más grandes jugadores, del mejor regate, del jugador más ingenioso y genial que jamás había vestido la camiseta blanquiazul.

También en su despedida, el irundarra jugó un partido excepcional. A modo de anécdota se puede apuntar lo que dijo de él Enrique Ortego en su crónica de la final para el diario «Marca»: «López Ufarte, con libertad de movimientos, le dio en los morros a su entrenador hasta que se agotó y tuvo que ser sustituido. Echarle de la Real es un pecado y no venial. Mortal. Emparejado, es un decir, con Landaburu, el pequeño diablo hizo diabluras, que es lo suyo. Qué va a hacer. El primer gol en el minuto 10 y una jugada preciosa tres minutos después, por la izquierda, que no encontró rematador. A partir de entonces, todo lo que hizo lo hizo bien».

Jesús Gil y Gil, que se estrenaba en la presidencia colchonera, también se quedó prendado de aquel genio del balón y su regate, hasta el punto de que le fichó para el Atlético de Madrid, que en poco más de un año perdía dos finales, la de Copa frente a la Real y la de Recopa de Europa de la campaña posterior ante el Dinamo de Kiev ucraniano.

Aquella tarde también se despidió de la Real y, sin saberlo nadie, también del fútbol, Javier Sagarzazu, que meses después perdía la vida. Joseba ITURRIA

anécdota

Previamente a la final, La Romareda acogió un encuentro entre las selecciones española y yugoslava sub'21. La afición donostiarra se volcó con el equipo balcánico, al que animó durante todo el partido y cuyo gol festejó como posteriormente haría con los de López Ufarte y Begiristain. Lo cierto es que acabaron cayendo por 2-1, pero los jóvenes yugoslavos agradecieron el apoyo recibido por parte de la hinchada blanquiazul, cuyo comportamiento escandalizó a los seguidores del Atlético y a los medios de comunicación españoles desplazados al estadio.

INTENTONAS

Esa Copa de 1987 es el último título que ha celebrado la Real, y también el fútbol vasco. Ha habido otros seis intentos en este último cuarto de siglo, pero todos se han saldado con derrota. El propio equipo txuriurdin cayó un año después en la final del Santiago Bernabéu frente al Barcelona (2-1). Por el mismo resultado caía, en 2005, Osasuna frente al Betis. Más contundentes han sido las recientes derrotas del Athletic, en 2009 (4-1) y hace poco más de un mes (3-0), en ambos casos con el Barcelona como verdugo. En el continente, el Alavés estuvo muy cerca en 2001. Cayó en la prórroga, con gol de oro del Liverpool (5-4), en un encuentro trepidante considerado entre los mejores, no ya de la historia de la UEFA, sino del fútbol. Esta temporada, el larguerazo ha sido para el Athletic, que caía frente al Atlético (3-0) en la final de la Europa League.

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