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Alberto Pradilla Periodista

Cerdos y diamantes

La portada del diario «Súper Deporte» refleja el tono hooliganesco con el que la caverna mediática española ha proyectado la Eurocopa. Con una fotografía del incendio que arrasa Valencia, el ingenioso plumilla insertó el titular: «Roja, alegrame el día. El fútbol no apagará los incendios pero sirve para calentar el alma». Como si el alma de los españoles no tuviese que estar ya lo suficientemente caliente después de que, en menos de seis meses, se hayan desmantelado los servicios públicos para abonar las deudas de unos banqueros que engordaron sus cuentas corrientes a costa de la ciudadanía y ahora se desconjonan mientras regañan cínicamente a esos mismos ciudadanos acusándoles de haber vivido «por encima de sus posibilidades».

Termino de escribir esto horas antes de que «La Roja» inicie el partido. Como vasco, lo que me molesta del alarde futbolero-patriotero hispano es ese intento de convertir a los acaudalados de pantalón corto en una especie de Rodrígo Díaz de Vivar que encabece la cruzada contra el separatismo irredento. Algo lógico pero que, estando como están las cosas en el país vecino, no parece que vaya a tener más efecto que enfervorecer a los ya convencidos. Es como el anuncio de Movistar, en el que meten con calzador un «Mikel» para recrear la ficción del «Gora España» que cantaban los Lendakaris Muertos.

Como espectador ajeno, al otro lado del Ebro, me indigna profundamente el uso anestesiante de la Eurocopa. No entraré a criticar los vicios ajenos. Cada uno se embrutece como buenamente puede. Pero, si fuese español, encontraría sumamente irritante comprobar cómo los telediarios dedican más de 20 minutos a retratar a una masa vociferante el mismo día que, por ejemplo, entra en vigor el repago farmacéutico.

Y eso que, por suerte, la final no es contra Alemania. De lo contrario, la derecha recortadora ya habría convertido el partido en una suerte de justicia divina contra Merkel la inflexible. Al ser Italia el contrincante, la Eurocopa queda reducida a una especie de «Cerdos y Diamantes». Los cerdos, o PIGS, en su denominación anglófona (Portugal, Italia, Grecia y España), por los países que se encaminan hacia el desastre.

Los diamantes, los que se embolsan unos jugadores que, como decía en Twitter Beñat Zarrabeitia, hacen el papel de la orquesta del Titanic: tocar mientras el barco se hunde.

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