«La batalla será larga», afirma el ESL sirio desde el norte de Líbano
«Allah Akbar, Allah Akbar -Dios es grande-», gritan al unísono treinta hombres armados en el salón de una vivienda en el corazón de Wadi Khaled, mientras levantan sus Kalashnikov, comprados en el mercado negro por valor de 2.000 dólares cada uno. Todos pertenecen al Ejército Libre Sirio (ELS) y tienen su base en este valle, desde donde operan.
KAREN MARON | Wadi Khaled (Líbano)
Wadi Khaled, al noreste de Líbano, debe su nombre a un antepasado del clan de la tribu Aneza, según algunos relatos, o al conquistador musulmán sirio, Khaled Ibn Al Walid, que se se cuenta que pasó por aquí después de la batalla de Yarmuk en el año 636. Siempre ha sido fácil cruzar por este valle, que delimita la frontera con Siria. De hecho, ni siquiera está reconocido por la ONU, por lo que los habitantes de los pueblos cercanos al puesto fronterizo de Arida solían cruzar la frontera sin pasar por controles ni necesidad de papeles.
Desde hace 15 meses, no son solo contrabandistas de mercancías o familiares quienes atraviesan sus inhóspitas carreteras. El conglomerado de poblados que componen esta península que ingresa en territorio sirio está atestado de refugiados procedentes, en su mayoría, de Homs y de bases clandestinas del ELS. Paradójicamente, los puestos de control del Ejército libanés y las demás fuerzas de seguridad interna se intensifican en las carreteras y el ingreso para los periodistas está prohibido.
Los trámites para conseguir un permiso de entrada en esta zona aparentemente vigilada y donde el sonido de los helicópteros militares realizando vuelos tácticos no cesa durante horas pueden durar meses. Pero, los insurgentes sirios se aprovechan de la corrupción imperante entre los agentes de inteligencia para lograr estos permisos que, según afirman, los compran a cambio de poco dinero. El trasiego por múltiples caminos alternativos con destino a la frontera, donde abundan las banderas de la Nueva Siria al igual que las de Turquía, es casi constante.
En el difuso límite con Siria, la bandera azul del Movimiento del Futuro liderado por Saad Hariri -hijo de Rafik Hariri, muerto en 2005- adquiere una relevancia especial en el paisaje. Son muchos quienes acusan a este partido, miembro de la Alianza 14 de Marzo, de almacenar armas y municiones que llegan ilegalmente al país para colaborar con los grupos armados sirios.
Como en la frontera turco-siria y durante el encuentro con milicianos del ELS, el recorrido en coche es veloz, laberíntico, silencioso y en plena noche. Después de un viaje a través de una sucesión de aldeas casi indistinguibles, se llega al último tramo habitado del valle, donde se cruzan los caminos que van a los pueblos de Kniseh y de Qarha. Al llegar al puesto acordado, una casa de apariencia inofensiva se transforma en una de las bases de operaciones del ELS.
Hombres armados y religiosos presiden la reunión. A medida que conversan, es obvio que no todos son sirios. Algunos son libaneses, entre ellos los contrabandistas. Dicen que el comandante del Ejército Libre Sirio del barrio de Bab Amr de Homs -a pocos kilómetros a través de la frontera- entra y sale de Líbano sin inconvenientes.
Hay cerca de 300 combatientes en el norte de Líbano, aunque el número varía cuando se mueven dentro y fuera del territorio sirio para llevar a cabo las maniobras militares. Con base principalmente en las aldeas de Wadi Khaled y en Arsal, no aparentan ser soldados y se mimetizan con los refugiados o los históricos contrabandistas del lugar.
Los miembros del ELS desplegados en Wadi Khaled se dividen en grupos diferentes en los que cada uno controla sus vías transfronterizas de acceso a Siria y pacta con los traficantes locales para que les ayuden a llevar a los heridos a Líbano y comprar armas.
También tienen el apoyo de las poderosas fuerzas políticas de las áreas donde operan y el respaldo popular, reforzado por lazos de parentesco y solidaridad sectaria.
Aunque unidos en su compromiso de apoyar la revolución siria por cualquier medio, rivalizan entre sí por el control y el contacto entre los comandantes de estos grupos es mínimo. Encuentran fallas en el desempeño de los demás y en los gastos de la revolución para obtener beneficios personales.
Por ejemplo, el comandante de un grupo susurra que el líder de otro roba dinero o que vende suministros para comprar medicinas. Muchos periodistas han pagado altas cifras en euros para que les facilitaran la entrada a Homs y otros tantos fueron tentados pero, finalmente, rechazaron la oferta por razones éticas: no hay garantías de que el dinero vaya a las arcas de algún hospital clandestino como aseguran los contactos, sino que se utilice para comprar armamento.
Otro comandante va más allá al afirmar que el jefe de otro grupo es sospechoso de ser un agente del régimen. El acusado, a su vez, dice lo mismo acerca de su acusador.
Se critican y acusan mutuamente mientras cada jefe sirve de enlace con el comando del ELS en Turquía o dentro de Siria. Uno de ellos, que se negó a ser identificado, apeló a la unidad. «Tenemos que tener un único líder para proteger a la revolución de infiltrados y no perder el camino», remarcó.
Los miembros de la Brigada Daher Bibars aseguran que responden al mando del coronel Riyad al-Assad y juran que tanto los chiíes como suníes que apoyen al régimen sirio no tendrán perdón bajo sus manos. El grupo así denominado en homenaje al sultán mameluco Daher Bibars -que ayudó a derrotar a los cruzados en la costa siria- es parte de las brigadas que han sido bautizadas con nombres de históricos jefes militares musulmanes o que llevan títulos religiosos, como la Brigada de Allahu Akbar.
Sus portavoces niegan, sin embargo, que esto implique una inclinación o sesgo ideológico islámico suní y sectario. «Nuestro trabajo se limita a proporcionar apoyo logístico. Nuestras razones para estar en Líbano no son militares», explica a GARA, quien dice llamarse Hassan y ser el comandante de la Brigada, contradiciendo su propia lógica. «Pero es verdad que realizamos operaciones contra objetivos dentro de Siria con una metodología de guerra de guerrillas», confirma.
Para ello, poseen armas ligeras, como los tradicionales fusiles Kalashnikov, rifles automáticos, granadas de mano y granadas propulsadas por cohetes.
Hassan dice que la principal labor del grupo es llevar a los civiles y soldados heridos en Siria hasta la frontera con Líbano, donde el Ejército sirio ha reforzado su control sembrando minas terrestres.
Todos sus miembros son suníes, aunque insisten en que su compromiso es con la unidad del pueblo sirio. Tienen entre 20 y 40 años y aseguran que lucharán hasta la muerte. «Nunca vamos a deponer las armas», afirma, mientras el resto de asistentes rumorean en voz baja, asintiendo sus palabras. «La batalla será larga».