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La ciudad iraquí de Kerbala lucha con su cinturón verde contra el avance del desierto

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GARA | KERBALA

Largas filas de eucaliptos, palmeras y olivos son las armas de las que se ha dotado Kerbala en su guerra contra la desertificación, un fenómeno que azota Irak, cuyo medio ambiente se encuentra ya notablemente debilitado por los conflictos armados. Kerbala, en el centro del país, es una de las principales ciudades santas de la religión chií, y millones de peregrinos acuden allí cada año. Es menos conocida por su «cinturón verde», una antigua zona militar convertida en una media luna de 27 kilómetros de largo y 100 metros de ancho al oeste de la ciudad, donde se encuentran miles de árboles jóvenes de unos dos metros de altura plantados en líneas regulares y regados por cincuenta pozos. El proyecto, iniciado en 2006, tiene el objetivo de frenar las tormentas de arena, cuya frecuencia ha aumentado considerablemente en los últimos años, y luchar contra la salinización del suelo.

«Si no hacemos nada, el desierto se nos echará encima. Debemos pasar a la ofensiva y crear nuevos proyectos de riego», indica Jabbar Hasan, director del proyecto, que cuenta con 62.000 olivos, 20.500 palmeras, 37.000 eucaliptos y 4.200 tamarindos, elegidos por su resistencia y por los frutos que producirán con el tiempo.

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