Conocí personalmente a Laura Mintegi Lakarra en diciembre de 2005, pese a que para entonces ya era un personaje cercano a mí. Llevaba años leyendo sus libros y, además, su familia formaba parte de mi imaginario familiar de Lizarra. Mi anécdota favorita de aquella numerosa y variopinta parentela es la del primer acercamiento de Laura al euskara. Decidida a recuperar su lengua, y en lo que seguramente fue su despertar a la conciencia euskaldun, Laura dejó de saludar en castellano a sus amigos y conocidos. Aprender euskara, sin embargo, no era empresa fácil en la Lizarra de aquel entonces, y Laura pasó una cantidad indeterminada de tiempo despidiéndose al grito de «Abur!». No es de extrañar que todas las historias de aquella época que contaba mi familia llevaran el mismo corolario: «Las Lakarra, gente especial».

Con los años, ese conocimiento extraño y ligeramente mítico ha pasado a hacerse algo tan especial como concreto y, por encima de todo, cálido. He compartido multitud de momentos con Laura; muchos profesionales, la mayoría militantes. Desde la campaña pidiendo la liberación de Asel Luzarraga, víctima de un montaje policial en tierra mapuche, al 30 aniversario del encarcelamiento de Mumia Abu Jamal, pasando por un sinfín de iniciativas nacidas del rico tejido político y asociativo vasco. Siempre bajo unos ejes de igualdad, justicia, solidaridad y amor por la lengua, y con un sentimiento elevado a rango político: la ternura.

El primer libro que tuve que editar en Txalaparta fue su última novela, «Ecce homo». Y no puedo olvidarlo, fundamentalmente porque Laura confió en mí como lo hubiera hecho en el más experimentado editor. Escuchó mis dudas, ideas y sugerencias, y aún hoy me agradece haberle obligado a pulir uno de sus párrafos. Según ella, es el que todas y todos su lectores rescataron. Para mí, era el eje central de la novela.

«Hacer política de izquierdas es ser mujer. No digo que haya que nacer mujer, sino que en política hay que actuar con valores femeninos, preocuparse de los débiles, hacer caso a las intuiciones en las encrucijadas, no conformarse con lo sabido, intentar ponernos en la piel del otro, ser comprensivos, saber escuchar, olvidarse de uno mismo y preocuparse del prójimo por encima de intereses egoístas. Se haya nacido hombre o mujer, eso es ser femenino. Eso es la izquierda». Más allá de revelar un pensamiento claro y articulado, y de sostener el andamiaje político de su novela, es evidente que ese párrafo que corrigió y mimó porque se lo pidió un editor novato es toda una declaración de principios que no creo que escuchemos de ningún otro candidato. Laura Mintegi Lakarra es exactamente eso: gente especial, euskaldun, cercana, luchadora, femenina, tierna.

Aquí y ahora, eso es la izquierda.