Inflamar la violencia sectaria en Irak y Siria, parte de la agenda global contra el «creciente chií»
Virtualmente desaparecida de las noticias internacionales, desplazada por los vaivenes de la «Primavera Árabe» y la tragedia de Siria, Irak sigue desangrándose en el abismo de una guerra sectaria. Ayer, decenas de iraquíes morían en ataques con bomba contra mercados populares y procesiones chiíes. Junio fue uno de los meses con más muertos y heridos desde la retirada de las tropas de EEUU. Los grupos afiliados de Al Qaeda, que inflaman la división entre suníes y chiíes y se aprovechan de la falta de unidad y coherencia en la política iraquí, siguen aumentando sus acciones en un teatro de operaciones que trasciende las fronteras de Irak. No solo buscan el debilitamiento del chií Al-Maliki, ni siquiera el retorno de las guerras sectarias fraticidas que causaron miles de muertos entre 2005 y 2007. Su proceder se enmarca en el marco de una ofensiva global contra lo que el autócrata de Jordania, el rey Abdallah, llama el «creciente chií» de Líbano, Siria, Irak e Irán. Y que ha generado un curioso matrimonio de conveniencia entre EEUU, Arabia Saudí, Al Qaeda e Israel.
Aprendida la lección de Irak, a rentabilizar las divisiones sectarias, repiten el guión en Siria. Aun sabiendo que no será lo mismo, sino mucho peor.