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La Belle Époque rejuvenece en el María Cristina

Tras ocho meses de obras, el Hotel María Cristina de Donostia volverá a abrir sus puertas oficialmente mañana, con un cambio de imagen importante. Las instituciones, la prensa y un grupo invitado por los responsables del hotel lo visitaron ayer.

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Texto: Nagore BELASTEGI | Fotografías: Jon URBE | ARGAZKI PRESS

Aunque su exterior guarde la misma apariencia que hace cien años, incluidos esos surcos que dejó la metralla durante la Guerra del 36, por dentro está totalmente renovado. Su inauguración casi coincide con la fecha exacta de su centenario, que lo celebrará el próximo lunes, 9 de julio. Sin embargo, este fin de semana los pasillos, ayer solo transitados por los trabajadores del hotel, se llenarán de clientes que, tras pasar la puerta giratoria hacia el hall, se encontrarán en un escenario que parece sacado de una película de principios del siglo XX, tanto porque han buscado un tipo de decoración de la época, como porque el color principal es el gris.

Según explicó el director general del hotel, Michel Nader, el objetivo ha sido unir lo antiguo con las nuevas tendencias, de manera que todo es notablemente nuevo, pero tiene un aire vintage de la belle époque.

Ante esa puerta giratoria se celebró el sencillo acto de de reapertura oficial del María Cristina. Los encargados de cortar la cinta fueron Roeland Vos, el presidente de la cadena hotelera Starwood Hotels & Resorts, y el alcalde de Donostia, Juan Karlos Izagirre. Tras el paseo por el hotel, Izagirre acudió al también centenario teatro Victoria Eugenia para recibir un cuadro del cupón que la fundación ONCE ha creado para conmemorar el centenario de ambos edificios.

Juego de luces y colores

Un día antes de la reapertura del hotel, se echaba en falta el retrato de la reina María Cristina en el hall. Aún faltaban los últimos elementos decorativos, como un nuevo cuadro «muy grande y muy bonito» que colgarán a la vista de los huéspedes o las cortinas que darán un toque femenino a la decoración.

De hecho, esa es una de las claves de la reforma. La empresa HBA, con la colaboración de varias empresas locales, se han basado en la idea inicial que inspiró a los creadores de 1912, la ama de casa, para conseguir una decoración simple, cuidada y femenina.

Las luces también son sumamente importantes en la disposición de los elementos en el hotel. Desde la recepción, subiendo por la escalinata (ahora con gruesas alfombras grises), pasando por el pasillo y hasta las habitaciones, los juegos de luces crean un espacio acogedor. Las lámparas de cristal reflejan la luz en las paredes creando espacios iluminados y delicadas sombras.

La nota de color la ponen los grandes cuadros de las cabeceras de las camas en vivos malvas y verdes, los manteles, y también los cuellos lilas del servicio. Vanesa Ferrer, relaciones públicas de Starwood Hotels & Resorts, explicó que los uniformes han sido exclusivamente diseñados para el hotel, «para que tengan glamour».

Juan Pablo Beorlegi, responsable del Departamento de ventas del hotel, manifestó su agrado con las obras, que han costado 20 millones de euros. «Este es un edificio de 100 años renovado para que el viajero exigente de hoy tenga todas las facilidades modernas durante otros 100 años. La remodelación ha terminado antes de lo previsto, solo quedan algunos detalles», afirmó.

Y son esos detalles los que marcan la diferencia porque, a pesar de que lo mejor del hotel es su situación, los huéspedes podrán encontrarse con pequeños gestos como un ramo de flores frescas en la habitación, una botella del carísimo champán Perriet-Jouët de la serie «belle époque», por supuesto, o secarse al aire mientras decide cuál de las 14 toallas del cuarto de baño prefiere utilizar.

La txapela del portero

La cadena tiende a personalizar cada hotel de manera que encaje con su entorno. En el caso del hotel donostiarra, todo lo que hay en su interior va acorde con su exterior, pero llama especialmente la atención que Miguel Angel Aldazabal, el que lleva siendo el portero del hotel casi veinte años, lleva txapela como parte de su uniforme.

Aldazabal es un personaje clave en Zinemaldia, porque es quien se ocupa de dar la bienvenida a los huéspedes tan especiales que llegan esos días, y de atender a los fans que esperan a las puertas. «Hay que tener un poco de paciencia», confiesa con una sonrisa. Pero el tiempo al pie del cañón le ha servido para ganarse el cariño de la gente de a pie -que se saca fotos con él- y de también de los actores. «La gente se sorprende cuando Javier Bardem llega y me abraza, pero es que ya son muchos años y nos conocemos», nos cuenta. Y es que su trabajo le ha permitido vivir momentos muy especiales, como la vez en la que conoció a Anthony Hopkins.

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