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Crónica | Calles de Iruñea

«¿Quién vive ahí?»

Estamos hasta las narices de programas de la tele en los que salen caserones de nosecientosmil metros cuadrados. Para casa grande grande, tenemos las calles de Iruñea en sanfermines, que tienen baño, salón, dormitorio, cocina... Ninguna mansión le llega a la suela del zapato y encima no está a la venta.

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Salomé DUKATS

No es objeto de esta crónica defender a quien mea en el portal de nadie. Eso bien merece una multa o un pan de comulgar del vecino del tercero. Pese a ello, es innegable que las calles de Iruñea son el hotel de miles de los visitantes, sobre todo de los que se arriman el fin de semana sin hacer demasiados planes. En realidad, en sanfermines, todos los planes se van al traste sí o sí.

Cuando uno no quiere molestar amistades o dejarse un pastón en un hotelazo o pagar un hotelucho a precio de oro, debe tener por seguro que habrá un sitio en la calle para su disfrute personal o para acoger su derrota alcohólica. Por eso, no hay césped en Iruñea que no tenga su dormilón, ni árbol sin su meada, ni rincón sin su reborde de magra que lo identifica como comedor improvisado.

Vivir los sanfermines encerrado en un bar es sumamente tontuno. La fiesta es de la calle. La gente que tiene un piso en Alde Zaharra se baja con sillas y mesas. Así es como se hace el ambiente. Si medimos las fiestas de Iruñea por la calidad de las actuaciones que trae UPN, deberíamos catalogarlas como lo peor de lo peor. En realidad, es la iniciativa de la gente y las ganas que pone en cuanto se acicala con la faja y el pañuelo rojo lo que marca distancia con las demás fiestas.

Las fotos que hay en estas dos páginas están pensadas para tumbar cualquier excusa del soso de la cuadrilla. A San Fermín se puede venir sin infraestructura alguna, porque la calle de Iruñea es una extensión de la propia casa. Ahora bien, como decimos al principio, resulta una majarada mear en el salón y ya no digamos hacer de vientre o como se diga finamente lo de cagar.

Sólo un consejo más al que se anime a hacer de piesnegros y venirse un día a la capital a disfrutar del fiestón. No es conveniente echarse una cabezada en la Estafeta a partir de las cinco de la mañana. O te despierta un municipal con la punta de la porra o, si no, te despertara un torazo con malas pulgas.

 

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