Antonio Alvarez-Solís Periodista
El hito
En su artículo, el veterano periodista se lamenta del «hito» que, según el presidente de Gobierno español, Mariano Rajoy, supondrán para la modernización de su país las reformas estructurales que va a seguir acometiendo. A continuación, Alvarez-Solís menciona y explica los dos pilares en los que han de basarse las reformas estructurales precisas para que sean factibles: una banca pública fuerte «al servicio del pueblo» y un conjunto de nacionalizaciones.
No se cansa usted de prometer consoladores futuros a quienes necesitan no más que un pudoroso presente? Sr. Rajoy, es usted un feriante. La realidad la empala usted en palabras que no tienen ningún sentido; la convierte en puro ruido que no trata sino de ganar el día. Usted baja al huerto conventual donde, como ya le conté en otra ocasión, el fraile lisonjero anima a los deslomados monjes trabajadores con la frase ominosa: «Dice el padre prior que trabajéis, que luego merendaremos». En una de las últimas declaraciones que ha hecho a los periodistas izaba un gallardete que usted sabe que le va a estropear el temporal de pasado mañana. Se refería a las reformas estructurales que le quedan por hacer y de las que afirmaba «que serán un hito en la modernización de nuestro país». De ello libera nos Domine! o, como escribe el magnífico Francesco Guccini, que es mucho más inteligente que el Sr. Monti:
«Dei poveri de spirito e dagli intoleranti,/ da falsi intellettuali, giornalisti ignoranti,/ da eroi, navigatori, profeti, vati, santi,/ dai securi de se, presuntuosi e arroganti/ del cinismo di molti, dalle voglie di tanti,/ dall'egoismo sdrucciolo che abbiamo tutti quanti,/ libera, libera, libera nos Domine».
Libéranos, Señor, porque el jefe del Gobierno de Madrid sabe que las reformas estructurales que tan secretamente guarda in pectore supongo que consistirán en cargar aún más la alforja que portan las masas sobre su espalda y algún añadido epidérmico para fingir control sobre el comportamiento de la riqueza. Porque las verdaderas reformas estructurales no serán factibles en tanto no se basen en dos pilares fundamentales: una banca pública potente al servicio del pueblo y con una elevada capacidad crítica y de asistencia y una serie más bien amplia de nacionalizaciones -de alguna manera el suelo para posibilitar un urbanismo racional; en todo caso las energías; el transporte para disminuir el coste de distribución de productos y cohonestar la residencia con el trabajo; sanidad y educación públicas a fin de lograr la homogeneización social; investigación si puede ser esencial, pero al menos aplicada...-, repito, una serie de nacionalizaciones que constituyan el cimiento para que una masa amplia de ciudadanos se apoyen en ellas para construir empresas medianas y pequeñas que instauren esa economía de proximidad que reúna en un todo orgánico a trabajadores, consumidores y gente de empresa. Salvo en Euskadi -una razón para la independencia- ya no hay lugar en el Estado español para soñar con la gran industria de volumen que abastezca un mercado internacional apreciable. Es más, en tierras donde había brotes de esa industria -astilleros, textil, conservas y automóvil, por ejemplo- ustedes, los gobernantes y poderosos de España, los han dejado decaer o han acabado con ellos con su prisa por entregarse a la fabricación de dinero, como hizo su presidente de Gobierno, Sr. Aznar, con su frenético impulso a la edificación inmobiliaria. Por cierto, usted fue ministro con el pequeño emperador y, por lo tanto, corresponsable de la dislocada aventura. La industria gigantesca queda para China -que la ha logrado con una nacionalización sui generis- para Estados Unidos o para Alemania o Francia en Europa.
Otros Estados o fueron víctimas de una clase dirigente apática como la española o fue absorbido su esfuerzo por los cárteles o se consagraron a fabricar mano de obra barata. Usted nos dirá, Sr. Rajoy, cómo habremos de «pisar el acelerador» de acuerdo con lo que ha anunciado expeditivamente en las mencionadas declaraciones hechas tras esnifar el alegre partido de «la Roja», que ha llevado a la calle a una juventud con un espíritu preocupante que a usted «le ha llenado de orgullo». No, Sr. Rajoy, España, con más de 40 millones de habitantes, no tiene «un gran futuro» en el marco de la globalización. Usted proclama ese futuro porque sabe que los plazos dados para el prometido y oscuro milagro ya no le pillarán en la gobernación del país. Y cuando usted se haya ido a la nube rosada de los exmandatarios, los españoles seguirán en la era, con tractores de firma alemana y expoliados por los ricos de siempre. Esta es la historia de España que ustedes, la derecha dura y fascista, no cambiaron nunca porque a mantenerse en el cortijo de los santos inocentes les han ayudado perpetuamente un banquero de casino, un general bien pagado y un arzobispo visigodo. Los investigadores seguirán yéndose, los obreros de todas las capas, a los que se añadirán los universitarios sin enganche al tren real del trabajo que les corresponde, buscarán asiento en horizontes donde perderán hasta la riqueza de su lengua, que es como perder el alma. El alma, Sr. Rajoy, esa parte femenina que describía no hace muchos días con tanto brillo y justeza Mikel Soto como el núcleo creador del sentimiento de vida.
El desgobierno de Madrid ha llegado a tal nivel que una observadora política inglesa, la Sra. Maria Andreasen, decía que aún no se sabe como advendrá la ayuda a la banca española, ya que los fondos han de partir de una fuente confusa. Para empezar debemos tener en cuenta la carta que el 25 de junio envió el ministro de Economía, Sr. Guindos, al presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, en la que se hacía la petición formal de la ayuda en curso y en la que se afirmaba textualmente que sería «el Fondo para la Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) el que actuará en representación de España (como) institución receptora de los fondos que canalizará a las entidades financieras». Poco después usted, Sr. Rajoy, afirmaba que la ayuda sería cuestión interbancaria y que no afectaría en modo alguno al Estado, lo que le liberaba de convertir esa ayuda en deuda con la consiguiente repercusión en la ciudadanía. Es decir, para empezar, ¿FROB o no FROB? Porque el FROB es Estado. De momento los españoles solo saben que Bruselas trata de salvarse a sí misma, pese a que Alemania no renuncia a ser el destino final de cualquier beneficio europeo y otros países del viejo continente muestran su malhumor ante esta dádiva a España e Italia. El Asunto de Europa y el euro está tan oscuro que el premier británico, Sr. Cameron, prefiere entregar a sus nacionales, en referéndum, la responsabilidad de seguir o no en la Europa Unida. Al fondo del escenario, el nobel Sr. Krugman insiste en afirmar que «todavía hay un cuarenta por ciento de posibilidades de que el euro fracase» y de que España acabe en el temido corralito.
Su «hito», Sr. Rajoy, me parece un envide de farol. Y eso es muy grave cuando estamos en presencia de un país que sufre y al que se aplica una día y otro dosis elevadas de analgésicos para consolar un hambre a la que, según los cálculos oficiales, faltan varios años para ser paliada. Por tanto, déjese usted de hacer eslalon con tácticas económicas y aplíquese a la verdadera invención política, que es la única que puede cambiar realmente el sistema social existente. En esto también ha de considerarse la exigencia del Sr. Krugman, que considera que «los problemas económicos que padecemos tienen todos un trasfondo político y que son decisiones políticas las que deben adoptarse para salir del atolladero». Claro que el Sr. Krugman tampoco desea que se roce mucho el ala del capitalismo. O sea... Si fuese elegíaco, que no lo soy porque aborrezco lo declamatorio, echaría mano de unos versos de Ramón Hernández para redondear la invitación a la lucha que toca: «Quiero escarbar la tierra con los dientes,/ quiero apartar la tierra parte/ a parte a dentelladas secas y calientes». La que está armando usted, Sr. Rajoy.