udate | iruñeko sanferminak
La falta de ideas hace mella en un programa oficial de saldo
Soraya, Conchita, El Pulpo, Guaraná... A pesar de intentar vender los sanfermines como unas fiestas de referencia internacional, el Ayuntamiento de Iruñea y UPN se empeñan en contratar a artistas de escaso tirón. Son tiempos de crisis, pero el equipo de Maya no parece tener suficientes recursos e imaginación como para ofrecer alternativas a la caspa.
Ion ORZAIZ | IRUÑEA
Lunes. Doce de la noche. Las luces se apagan y las pantallas del gran escenario de la Plaza del Castillo funden a negro. Sale a escena un DJ que, pinchando un ritmo machacón y repetitivo, nos anuncia la inminente llegada de Soraya, la gran actuación de la noche. La máquina de humo comienza a funcionar. Tras unos instantes de incertidumbre («bueno, ¿esto empieza ya, o qué?») sube alguien al escenario. ¿Es Soraya? No. Son cuatro maromos musculados, vestidos solamente con vaqueros, chalecos reflectantes y pañuelicos de San Fermín. Como si del cuerpo de baile de José Luis Moreno se tratara, comienzan a menearse espasmódicamente por el escenario, intentando -sin éxito-, caldear un ambiente más frío de lo habitual. Por fin sale la diva. Ataviada con unos culottes «sobaqueros» -que perfectamente podrían haber sido rescatados del guardarropa de Eva Nasarre- y una camiseta en la que podía leerse «I love SF», la tentación rubia se dirige al respetable en perfecto castellano batua (ni un «gabon» se le escapa a la ex triunfita): «¡Vamos, a aplaudir, Pamplona!». La primera fila aplaude. El resto, no tanto. Comienza uno de los conciertos «estrella» del vetusto y apolillado programa oficial pergeñado por UPN.
La exconcursante de Operación Triunfo Soraya (más conocida como «Poyeya», por su curiosa pronunciación en una actuación televisada) aterrizó en Iruñea, tras pasar por otras fiestas de relumbrón como Arroyomolinos o Arévalo, para presentar su último álbum, «Feeling you», en el que, dicen, se acerca más a la música electrónica que al dance. Sin embargo, en el concierto del pasado lunes no faltaron referencias a otros discos de la cacereña, así como versiones de clásicos disco de los años 80.
La plaza del Castillo presentaba un aspecto bastante pobre, en comparación con citas similares, y exceptuando a los fieles de la primera fila, pocos de los allí presentes eran capaces de recitar más de una canción de la diva. Mientras, los bailarines recauchutados seguían con sus vueltas y sus brincos, fardando de pectorales, y más de uno comenzó a darse cuenta de la cruda realidad: aquello parecía más una despedida de soltera de la peor estofa que un concierto de las autodenominadas «mejores fiestas del mundo».
Y a pesar de todo, Soraya no cantó mal. Hizo gala de su potente chorro de voz, pero le fallaron las formas. Animó al público como lo haría un pastor que gobierna a su rebaño de borregos; y mientras, éste se movía entre la indiferencia de quienes solo buscaban música de fondo para su particular «botellón», y la risa floja provocada por la desangelada imagen del conjunto. Solo algunas versiones de los años 80, como «Self Control», de Laura Branigan, consiguieron despertar de su letargo a los presentes. Fin de fiesta. «Gracias, Pamplona». Para quien se haya quedado con ganas de más, en agosto tocará en el Día de la Asunción de Calatayud y en el fastuoso Casino Unión de Alfaro.
Mercado de fichajes
El de Soraya solo es un ejemplo de la decadencia que ha experimentado el programa festivo oficial durante los últimos años. Una decadencia acentuada por la crisis, los recortes en materia de cultura y la ineptitud de un equipo de gobierno municipal que no ha sabido (o no ha querido) hacer frente a la situación con imaginación. Así, una gruesa capa de caspa ha inundado año tras año el programa oficial de UPN, con actuaciones propias de clubes de alterne y «artistas» que, la mayoría de las veces, son incapaces de llenar una sala de aforo medio.
Este año, sin ir más lejos, quienes se han acercado a Alde Zaharra para escuchar algo de música pop han sido castigados con actuaciones como la de El Pulpo, un DJ, locutor de radio y presunto humorista, cuyo curriculum musical se reduce a haber perpetrado un par de discos paródicos y a amenizar los mítines del Partido Popular. Esta vez, las gracias se las pagamos todos los iruindarras.
Otros de los grupos y solistas que han pisado o pisarán durante estos días alguno de los principales escenarios de Iruñea son Guaraná, Conchita o Danza Invisible. Artistas que, dejando a un lado las preferencias musicales de cada uno, no son capaces de atraer a un gran número de gente, y mucho menos, a quienes no estén familiarizados con las radiofórmulas del Estado español.
Y es que UPN está empeñado en convertir los Sanfermines en una especie de escaparate de lo más granado de la chabacanería hispana. Las fiestas más internacionales de Euskal Herria presentan un panorama desolador en lo que respecta a la música en directo, sin un solo artista referencial a nivel internacional. Por eso, resulta, cuando menos, chocante que quienes vetan el programa alternativo de Gora Iruñea aduciendo que «no tiene el nivel mínimo de calidad», sean, precisamente, quienes demuestran no tener ni idea de cultura, de música o de buen gusto.
El concierto de Soraya del pasado lunes solo es un ejemplo de la decadencia que ha experimentado el programa oficial de UPN durante los últimos años, un programa en el que predomina la caspa.