Lleva aquí doce años, pero si uno le escucha hablar con ese acento andaluz parece que hubiese aterrizado hace cuatro días de su Málaga natal. Bueno, no siempre. Como ella misma dice, «cuando hablo euskara no me pasa». La progresión de Jasone Campaña, Su, para dominar la lengua de Euskal Herria quedó en pequeño stand by hace año y medio, cuando la Policía española arrestó a su compañero, Miguel Ángel Llamas, Pitu para todo el mundo.

Los sanfermines son fiestas inmensas, sí; pero también momento de recordar a quienes deberían de compartirlas y se ven obligados a seguir los encierros o el txupinazo desde la lejanía de una prisión. Como no podía ser de otro modo, la reivindicación de traerlos a casa está presente en todo momento. Luego están los momenticos que cada uno compartía y que espera recuperar. Como explica Campaña, «es la tristeza de que no está, de pensar que puede aparecer en cualquier momento». Especialmente, en el caso de un preso político como Pitu, siempre pegado a los vaivenes de la herriko taberna de la calle del Karmen.

«En fiestas también sigo la rutina del año, haciendo malabares para poder ir a verle», nos cuenta con un vino que se bebe rápido, que luego hay ajetreo. Empezamos con dos preguntas obligadas pero que tienen relación: cómo vivir las fiestas con el rabillo del ojo mirando hacia la dispersión. El día 5, Pitu le aseguraba por teléfono que no iba a ver el cohete anunciador de fiestas para no enfrentarse a la morriña. Pero al final pudieron las ganas de comprobar cómo, un año más, las ikurriñas y las banderolas metían un gol a la barrera de policías municipales.

«Hasta que no salgan todos nos falta algo. No es solo el caso personal de cada uno, sino algo colectivo», señala. En ese momento, no puede evitar emocionarse y se le escapan las lagrimillas. Pero, rápidamente, las contrarresta con positivismo. Como para dejarles a los malhechores que se salgan con la suya. «Hay veces que caes un poco, pero soy positiva», asegura. Y eso que no se reconoce muy sanferminera, aunque en alguna ocasión se le haya visto por la «rave-borroka».

El recuerdo a los represaliados y la exigencia de su repatriación es una constante durante todas las fiestas. Una obligación hasta que, como indica la propia Campaña, estén todos de vuelta.