Damasco advierte de que seguirá en guerra contra «los alzados en armas»
Al contrario que en anteriores y similares sucesos, el régimen sirio ha reconocido la operación militar en Treimsa, aunque limitando su alcance y negando que estemos ante una masacre. El ministro de Exteriores, Jihad Makdessi, fue más allá y lanzó un mensaje claro a la rebelión. «Cualquier persona que se levante en armas contra el Estado se va a encontrar en frente al Ejército». Más claro, agua y en botella.
GARA |
El ministro de Exteriores sirio, Jihad Makdessi, reconoció que la localidad de Treimsa fue escenario de una ofensiva militar del régimen aunque matizó su alcance y negó la versión de una masacre. Eso sí, advirtió tajante en la comparecencia ante la prensa que el Ejército sirio combatirá cualquier levantamiento armado contra el Estado.
«El Ejército utilizó transportes de tropas del tipo BMB y armas ligeras, incluidos RPG. No recurrió ni a aviones, helicópteros o artillería», aseguró el jefe de la diplomacia siria. «Hablar de artillería pesada es totalmente infundado», señaló, para añadir irónico: «¿Como se pueden utilizar carros de combate en una localidad de un kilómetro cuadrado de superficie?».
En referencia a la carta al Consejo de Seguridad del mediador de la ONU, Kofi Annan, quien denunció el uso en Treimsa de «artillería, carros y helicópteros», extremo confirmado por el equipo de observadores, Makdessi sentenció que «la carta de Kofi Annan es como poco precipitada y no está basada en hechos reales».
Respuesta a una ocupación
«No hubo una masacre -insistió respondiendo a las denuncias formuladas por la oposición- Lo que hubo fueron combates con grupos armados que desprecian el plan de Annan -se encargó de recordar-. No sera un ataque del Ejército contra civiles, sino de combates entre el Ejército regular y grupos armados». Grupos a los que tildó de «terroristas» y a los que acusó de «tomar la villa e instalar centros de operaciones aterrorizando y torturando a los habitantes de la villa».
Mientras el opositor Observatorio sirio de Derechos Humanos cifra en más de 150 las víctimas del asalto del Ejército, el ministro aseguró que el encargado de enterrar los cuerpos habría dado una cifra de 37 hombres armados y dos civiles muertos. Se negó a identificar al supuesto enterrador por miedo a que sea ejecutado por los rebeldes armados. En paralelo, la agencia de noticias oficial siria, Sana, difundió las «confesiones» de dos supuestos «terroristas» que habrían reconocido su participación en «asesinatos y actos de terrorismo» antes de la entrada del Ejército el jueves en la localidad de Treimsa.
Un bastión suní rodeado
Se da la circunstancia de que la localidad es mayoritariamente suní -profesión religiosa que nutre las filas de la revuelta- y está situada cerca de Hama, uno de los epicentros de la rebelión y cuna histórica de la oposición islamista a Damasco. La villa está rodeada además de aldeas de confesión alauita, la misma que profesa el clan gobernante de los al-Assad. Grupos opositores aseguraron que, tras los bombardeos y los combates, soldados del Ejército y milicianos del régimen habrían irrumpido en las calles de la localidad y habrían ejecutado sumariamente a decenas de miembros del Ejército Sirio Libre y a al menos diecisiete civiles.
Esta versión es tajantemente desmentida por Damasco. No obstante, el ministro de Exteriores reconoció que «la situación sobre el terreno es difícil» e insistió en que Siria «está defendiéndose, no atacando».
Makdessi insistió en que los opositores «se niegan a comprometerse en una solución política» y advirtió de que «cualquier persona que se levante en armas contra el Estado se va a encontrar en frente al Ejército».
Preguntado por la defección el pasado 5 de julio del general Manaf Tlass, un militar cercano al presidente Bashar al-Assad, el ministro de Exteriores se limitó a señalar que «se trata de un oficial que ha decidido abandonar el país sin autorización. Él conoce el lema del Ejército: Patria, Honor y Lealtad».
«No cambiaría mi cámara por un kalashnikov», asegura Tab Zahor, quien trabaja día y noche filmando en la localidad de Qusseir, otro bastión rebeldes asediado por el Ejército sirio cerca de la frontera libanesa.
Consciente de la importancia del frente mediático, Zahor es uno de los seis militantes que trabajan en el centro de prensa de la localidad, filmando los bombardeos y a las víctimas y acompañando a los periodistas extranjeros, a los que hace improvisadamente de intérprete. Narra que un día filmaba en el hospital el traslado de un herido y que cuando se acercó a filmarlo se dio cuenta de que era su hermano. «Quedé noqueado, pero seguí filmando».
«Ese día podría haberme enrolado en el Ejército Sirio libre, tomar un fusil e intentar vengarme, pero mi arma es mi cámara y con ella hago mucho más daño al régimen». asegura.
«Bashar hace lo mismo que su padre hace 30 años en Hama», asegura a su lado un hombre que se presenta como Hussein, en referencia a la masacre de 1982 contra la ciudad rebeldes. «La diferencia es que ahora tenemos cámaras para filmar las masacres y podemos cargar las imágenes en internet para que todo el mundo las vea. Internet es nuestro arma más potente», asegura.
Reconocen errores y una visión parcial de la realidad, pero aseguran que si al-Assad no deja a la prensa mundial entrar al país «será por algo, ¿no?. A nosotros no nos lo puede impedir porque estamos aquí», señala Abu Shamsu. Hussein reconoce que no es un periodista sino un militante. «No podemos ser objetivos porque son los nuestros los que mueren». A PAMPLIEGA
El presidente ruso, Vladimir Putin, recibirá mañana martes a Kofi Annan en Moscú en un nuevo intento de reimpulsar su moribundo plan de paz.