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«Sal» de lo convencional
La sal, además de ser el ingrediente indispensable para intensificar el sabor de nuestros platos, es también un poderoso «amuleto». Según cuenta la leyenda, al lanzar un pellizco de sal por encima del hombro izquierdo, se atrae a la buena suerte.
Esto mismo debieron de hacer los miembros de la Fundación del Valle Salado de Añana (Araba) porque sus salinas son, actualmente, unas de las más importantes de toda la península. Y es que la sal de Gesaltza Añana es algo más que un mineral compuesto de sodio, es la base de una amplia gama de productos respaldados por el Basque Culinary Center, uno de los referentes de la gastronomía autóctona.
Con productos como la flor de vino -una escama de flor de sal y vino especial- por su gusto a frutos rojos maduros con un leve recuerdo a madera de roble, o la sal líquida mineral que se forma cuando el agua dulce atraviesa los depósitos subterráneos de sal sólida, este condimento se revela en sus formas más innovadoras y pintorescas. Lo que hace que sea muy apreciada por los grandes cocineros gracias a su exclusividad, pureza y al proceso artesanal de producción.
Visitas guiadas
Todo aquel que esté interesado puede visitar las salinas y descubrir los secretos de la producción, el taller salinero, las obras de restauración y manantiales o el Valle Salado en general; una explotación de sal formada por más de 5.000 eras que se preservan desde tiempos romanos y que están siendo restauradas.
Además, en la temporada de verano la visita guiada incluye el acceso al Spa Salino, donde se aprovechan los beneficios que la sal genera en la salud. Y es que los baños de salmuera tienen propiedades terapéuticas como la mejora de la circulación sanguínea, la remineralización de la piel, la mejora de la elasticidad de los tejidos y la reducción de las posibilidades de desarrollar artrosis.
Pero este curioso paisaje evoca en todos los visitantes la misma pregunta; ¿Por qué se produce sal en Añana?
La existencia de estas salinas se deben a un fenómeno geológico conocido como Diapiro.
Hace más de 200 millones de años, lo que hoy conocemos como Gesaltza Añana estaba cubierto por un océano que, al secarse, dejó una capa de sal de varios kilómetros de espesor.
Con el paso del tiempo, esta capa se fue quedando bajo tierra, pero el manto de sal y el resto que la cubrían tenían diferente densidad, lo que desencadenó un efecto parecido al del aceite cuando se intenta mezclar con agua. En ciertos puntos de Araba, la sal ascendió a la superficie, creando salinas de interior como las de Añana.
Los manantiales de agua salada de este municipio alavés se empezaron a explotar hace casi 1.200 años y, gracias a este mercado floreciente, se fundó la población más antigua de Araba: Gesaltza Añana.