En el sueño de titanio de una noche de verano, Dylan volvió por enésima vez a cerrar el concierto con «La respuesta está en el viento», antes había cantado eso de «Los tiempos están cambiando». Los tiempos llevan cambiando mucho tiempo en su voz nasal. En otra pesadilla se me aparece Julio Iglesias entonando «La vida sigue igual». Ambos se enzarzan desabridamente, se insultan; menos mal que me despierto cubierto de sudor.

Mientras abro la ventana buscando un poco de aire, y apartando de mi atribulada mente de esta madrugada a Rajoy, a Guindos y a Montoro que hacen los coros a Julio cual trío lalalá, pienso en que desde los esdrújulos presocráticos Parménides y Heráclito, el dilema sigue siendo el mismo: todo cambia fluyendo incansablemente o todo permanece inmóvil bajo cambiantes disfraces.

A pesar del trío de cantamañanas esta noche me inclino por la segunda opción; mientras vuelvo a la cama Julio me guiña un ojo. ¡Cielos! No hay forma de dormir. Mientras doy vueltas me acuerdo que Helena Pimenta estrena su versión de «La vida es sueño». Igual es que lo que cambia constantemente es este sueño en el que estamos inmersos, y la realidad -sea lo que fuere- permanece inalterable; pero entonces me imagino al viejo Borges que, ataviado de Basilio, el cruel padre de Segismundo, me guiña malévolo y sonriente uno de sus ciegos ojos.

Opto por cobijarme aterrado bajo las sábanas a pesar del calor, pero mi díscola mente guarda aún otra terrorífica imagen: el lehendakari López participando en el apabullante «Encuentro de ideas para cambiar el mundo», en Bilbao, cuyos eminentes participantes dieron fe de cómo el Estado y lo Público y la Política van siendo tan ricamente demolidos por el Mercado y su mariachi de aplicados tecnócratas. ¡¡¡Auxilio!!!