Ya no se puede esperar más. Todos, políticos y ciudadanía, en general, deberíamos de manera unitaria, comenzar a estudiar alguna formula, para establecer una actuación, que de respuesta firme y contundente, a esta política destructora, que desde el Estado, a exigencia de los nuevos terratenientes europeos, nos está atosigando.

Los vascos, tuvimos nuestra forma de dar respuesta, nuestra formula, que suele ser recordada por algunos políticos, pero que nunca la ponen en práctica.

Me estoy refiriendo, al «pase foral» de nuestros antepasados y que como dice Goio Monreal, se trataba de «una institución, en principio compartida con otros territorios del reino, que subsistió como una especialidad vasca a lo largo de la Edad Moderna y hasta la instauración incluso del régimen constitucional. Constituía un mecanismo eficaz para preservar el ordenamiento propio. Las autoridades de los territorios vascos disponían de un recurso para evitar que las normas y disposiciones adoptadas por los órganos de la Monarquía contravinieran la foralidad establecida».

Es cierto que las autoridades centrales de la época miraban a esta institución con gran recelo, ya que lógicamente, limitaba la aplicación de sus desafueros, en los territorios vascos.

La institución era fundamental en la defensa de los intereses vascos, por lo que pronto comenzó hacerse notorio, el enfrentamiento del modelo del «pase foral», con el modelo constitucional.

Pronto llegó el general Espartero, quien tras la ley de 25 de octubre de 1839, estableció aquella famosa cláusula de «sin perjuicio de la unidad constitucional de la Monarquía», lo que provocó el comienzo de la abolición unilateral por parte del Gobierno del Estado, de una institución propia vasca.

Y una vez se produjo el levantamiento militar del general Espartero, cuando ocurrió, como represalia, (dado que nuestras autori- dades se posicionaron en contra de dicho levantamiento), y éste, promulgó el tristemente celebre Real Decreto de 29 de octubre de 1841, que suponía el siguiente paso en la abolición definitiva,

Las consecuencias de esta abolición fueron ampliadas por la ley de 21 de julio de 1876, lo que dio como resultado, la desaparición total de nuestro ordenamiento.

Transcurridos estos hechos históricos, nos llegó a los actuales vascos, una Constitución española, la de 1978, por cierto, no aceptada mayoritariamente, ya que de un total de 1.552.737 ciudadanos con derecho a voto, solamente 479.205 votaron a favor, es decir, poco más del 30% del censo.

Sin embargo, hoy existen personas, entre los que no defendieron la Constitución y optaron por la abstención, que en la actualidad plantean que «la Disposición Adicional Primera respeta y ampara los Derechos Históricos de los territorios forales. De esta disposición surge el amparo al Concierto Económico y al Convenio. Reconoce la foralidad como algo que precede en el tiempo a la propia Constitución y reconoce ambos sistemas como parte de la foralidad. En realidad, es una pequeña parte de lo que consignaba el fuero de Bizkaia y los de Gipuzkoa o Araba, pero es un comienzo. Abre la puerta, unida a la anterior, a explorar y profundizar, con una lectura apropiada, la realidad histórica de la foralidad».

Llegado hasta aquí, estimo que es la hora de dar una respuesta unitaria y como decía al principio, «no se puede esperar más».

No estoy pensando en principio, en formulas como la «Revolución de la Sal», ni en la «Matxinada», ni en la «Zamakolada», etc.

Es preciso que, en este tiempo, aparquemos nuestros compromisos programáticos finales, sin abandonar unos su foralidad y autonomía y otros la independencia y el socialismo, dando una respuesta contundente, mediante un nuevo pase foral, pero, «ni obedeciendo, ni acatando».