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Paul Nicholson y Arantza Arrien Militantes de La Vía Campesina y Etxalde nekazaritza iraunkorra

Soberanía alimentaria, una alternativa más allá de las palabras

La función de las y los baserritarras es producir alimentos, y hacerlo desde la perspectiva de la soberanía alimentaria es nuestra aportación al desarrollo de la sociedad

La soberanía alimentaria es una expresión cada vez más presente en los ámbitos públicos y políticos, si bien las interpretaciones que se utilizan a menudo desvirtúan su significado como principio ético y político que es, acuñado por La Vía Campesina a finales del siglo pasado y que desde entonces defiende como alternativa al sistema neoliberal actual, que con- cibe el alimento como mera mercancía para hacer negocio, mayormente por parte de las transnacionales agroalimentarias. El primer error es que no es un concepto, es decir, algo neutro que se puede llevar adonde uno o una quiere. Es un principio que parte del derecho de los pueblos a decidir sobre su propia producción agraria, ganadera y pesquera y la alimentación de ella derivada, pero vinculado a una opción ética, es decir, producir y alimentarse bien, así como política, hacerlo mediante un modelo de producción y consumo basado en la calidad nutritiva, el respeto a los derechos humanos, los recursos naturales (tierra, agua, semillas) y el medio ambiente y solidaria con otros pueblos para que puedan desarrollarlo de la misma manera. La soberanía alimentaria no es un principio nacionalista, es poner la alimentación en el centro de las decisiones de los pueblos y la ciudadanía.

Es precisamente la lucha de La Vía Campesina a nivel internacional la que ha conseguido que esta alternativa vaya adquiriendo creciente relieve público e institucional. De hecho, ya hay países como Ecuador, Mali, Bolivia o Nepal que la recogen en sus constituciones. La propia FAO empieza a utilizarla. También en el ámbito político local está cogiendo cada vez más realce. Por eso es importante que no pierda su genuina esencia, porque es fácil introducir estas palabras en los discursos de manera equivocada, bien por desconocimiento o bien adrede. De hecho, los precursores del sistema imperante siempre han neutralizado las reivindicaciones que lo cuestionan a través de su asimilación con interpretaciones que anulan su fuerza transformadora.

La actual crisis alimentaria, relacionada con la crisis sistémica general, con mil millones de personas de personas que pasan hambre en el mundo y unas desigualdades atroces, es consecuencia de un sistema mercantil de alimentos producidos de modo intensivo e industrializado. Pese a la imposición de ese modelo a la fuerza, la agricultura campesina, vinculada al consumo local y en claves agroecológicas, resiste y sigue alimentando a la mayor parte de la humanidad y es la herramienta necesaria para la soberanía alimentaria, como alternativa actual y futura a la crisis alimentaria.

Sin embargo, las políticas siguen estando dictadas por los intereses de las transnacionales en detrimento de esa agricultura campesina. La propia Política Agraria Común (PAC) en el ámbito europeo es un ejemplo. La reforma que se plantea ahora potencia la liberalización de producciones (sin control) y mercados, la exportación para conquistar mercados externos con productos subvencionados directa o indirectamente y la propiedad de la tierra (ayudas a la hectárea) frente al empleo. La al- ternativa mencionada, sin embargo, pasa por promover una actividad del sector primario que alimente a la población del ámbito más cercano posible, mediante precios que cubran el trabajo campesino y unos costes de producción minimizados con prácticas agroecológicas, en las cuales destaca su componente social y colectivo, a la altura de la responsabilidad de alimentar adecuadamente a la población cercana. Y, por supuesto, favorecer que en otras partes del mundo puedan hacer lo propio.

Pero no hay que esperar a que haya otra PAC de esa índole, si bien hay que seguir luchando por ello. En Euskal Herria podemos y de hecho estamos dando pequeños pasos en esa dirección, igual que en otras parte de Europa y del mundo, pero es importante que haya una apuesta política decidida en este sentido. No partimos de cero, hay proyectos que son realidad y se están desarrollando en claves alimentarias y de soberanía. Es pertinente resaltar distintas iniciativas: dinámicas extendidas en Euskal Herria entre la parte productora y consumidora, comedores escolares que sirven productos locales en sus menús diarios, la puesta en marcha de Euskal Herriko Laborantza Ganbara, iniciativas de transformación y venta directa en muchos baserris, Erralde en el sector cárnico, Idoki, proyecto de desarrollo local y comarcal en Aramaio, mercados locales y semanales en muchos pueblos de Euskal Herria, cooperativas de personas productoras y consumidoras (Esnetik, Uztaro...), proyectos de transformación locales (Laneko, Jakion...), iniciativas comerciales de vacuno de leche para el mercado interno (Bizkaia esnea, Araba esnea...), puesta en marcha de «herri baratza»s...

La función de las y los baserritarras es producir alimentos para alimentar a la población, y desarrollar esa función desde la perspectiva de la soberanía alimentaria es nuestra aportación al desarrollo de la sociedad. Y lo decimos desde el convencimiento de que es posible y son necesarias más personas baserritarras y arrantzales.

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