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Análisis | Crisis de deuda en europa

Sobre mercados y manipulaciones

El autor señala que, además de las manipulaciones fraudulentas de los mercados por prte de personas que controlan la información clave, existe otra manipulación política como cuando cargos de insitituciones como el presidente del BCE, Mario Draghi, realizan declaraciones «oportunas» que dan un vuelco a las cotizaciones.

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Isidro ESNAOLA Economista

No sé si es la crisis económica, o la proliferación de nuevos instrumentos de información y comunicación y las redes sociales asociadas a los mismos, o ambas cosas a la vez, el caso es que cualquier pequeño escándalo que hace no tanto tiempo podía pasar más o menos desapercibido, en la actualidad puede llegar a convertirse en inmanejable en cuestión de horas. Algo así ha ocurrido con el fraude del Libor que a principios de julio ha obligado a dimitir a dos altos cargos del banco inglés Barclays por haber permitido que se manipulara esa referencia.

El Libor (siglas de London InterBank Offered Rate) es más o menos como el Euribor que utilizan los bancos como dato para calcular el interés de un préstamo hipotecario. El Libor también se usa para hipotecas pero, sobre todo, en otro tipo de operaciones, como pueden ser las que se hacen con derivados. Calculan que hay en el mundo contratos financieros por valor de 350 billones de dólares que usan esa referencia. Para hacerse una idea de la cantidad, se puede decir que es unas 300 veces mayor que la riqueza que genera la economía del Estado español en un año. Con esas cantidades en juego, una pequeña manipulación de este indicador podría reportar suculentos beneficios al manipulador o a las personas interesadas. Resulta que no es tan difícil manipularlo.

A pesar de lo que pueda parecer a primera vista, este indicador no se calcula sobre transacciones reales, de esas que deberían ocurrir en los omnipresentes mercados, sino de una manera mucho más subjetiva. El cálculo del Libor involucra a 10 monedas (Dólar, Euro, Franco suizo, Corona danesa, Dólar neozelandés y así hasta diez) y 15 vencimientos (desde vencimiento el mismo día hasta un año), lo que da 150 cruces (corona danesa contra dólar canadiense a tres meses, euro contra dólar neozelandés a un día, etc). Como es difícil que todas esas transacciones se produzcan constantemente, se les ocurrió que era más práctico preguntar a varios bancos cual creían ellos que podía ser el interés de esas operaciones. Con las respuestas que daban los bancos, desechaban los cuatro datos más altos y los cuatro más bajos y calculaban la media del resto. Al final, el Libor es el tipo medio al que hipotéticamente, porque no hay ninguna operación que lo respalde, se prestarían unos bancos a otros una determinada divisa sin garantía. Como se trata de creencias y había mucho dinero en juego, pues algunos empleados del banco empezaron a pedir a aquellos que daban los datos que, por favor, malditos correos electrónicos que todo lo registran, tiraran por arriba, o por abajo según el caso, porque si no el banco podía perder mucho dinero.

Esto es lo que se sabe, de momento. Un banco solo tiene una capacidad de influencia limitada. Ahora bien, si no ha sido solo un banco, sino que han sido varios bancos los que se ha puesto de acuerdo, entonces el fraude que han podido cometer puede tener dimensiones descomunales. De momento de acuerdos entre varios bancos no hay ningún rastro, pero quién sabe, a lo mejor en el futuro aparece algo. Lo que si deja clara esta historia es que eso que llaman los mercados con sus compraventas, índices y toda la parafernalia que les rodea no funcionan ni mucho menos automáticamente, no fijan precios en función de la oferta y la demanda sino que ésta y aquella depende de las decisiones que toman unos cuantas personas que controlan la información y los procesos clave. Y a los que por cierto, no controla nadie. Es más, parece que el responsable ejecutivo de Barclays tuvo una conversación con un alto funcionario del Banco de Inglaterra; no se sabe de qué hablaron, pero a resultas de la cual algunas personas entendieron que tenían el visto bueno del Banco Central para seguir manipulando el Libor. Si esas pocas personas que controlan esos procesos clave son unos sinvergüenzas el fraude está asegurado.

A esas alteraciones fraudulentas que se supone están penadas por ley creo que hay que añadir otras que en principio y a simple vista no tienen ánimo defraudador, pero que en el fondo no está tan claro a qué obedecen exactamente. Me refiero, por ejemplo, a las declaraciones la semana pasada del Presidente del Banco Central Europeo Mario Draghi que en contra de lo que ha defendido tercamente hasta ahora, de repente, cambió de tercio y salió diciendo que el Banco Central haría todo lo que estuviera en su mano para salvar el euro, lo que, por otra parte, como era de esperar, desató la euforia entre los especuladores en la bolsa y en el mercado de deuda soberana, lo que se tradujo en una subida de los índices y una caída de la prima de riesgo.

Siendo malpensados podemos fijarnos en que al día siguiente era el último viernes del mes y solamente dos sesiones más tarde terminaba definitivamente julio. Durante esos tres días seguramente vencerían una gran cantidad de contratos. Es posible que muchos especuladores vieran con verdadero pánico unos índices en caída libre que les iban a hacer perder una gran cantidad de dinero. Un empujoncito hacia arriba a esos índices les venía de perlas para cerrar cuentas y contratos e irse tranquilamente de vacaciones. A falta de los solícitos empleados de Barclays expertos en manipulaciones pero en horas bajas, quién mejor el presidente del Banco Central Europeo para dar ese pequeño impulso. Una frasecita de una persona tan seria, recta y con tanto poder tiene necesariamente que dar resultado. Y vaya si lo ha dado. Una vez entrados en agosto se puede volver a los discursos de siempre y si la bolsa cae cuando vea que detrás de las palabras no había hechos, no pasa nada, ya volverá a subir. A esto lo podíamos llamar manipulación política de los mercados. Así que aparte de los ya conocidos especuladores, los menos conocidos tramposos, también tenemos a los políticos manipulando el sacrosanto mercado. Demasiadas manos para no poner en duda la virtud de los puros mecanismos del mercado.

Bien puede ser que las palabras de Draghi no fueran para beneficiar a algunos amiguetes en dificultades a fin de mes por haberse arriesgado demasiado, sino para ganar tiempo en ese oscuro proceso de negociación del rescate al Estado español en el que está involucrado medio mundo y del que nos vamos enterando a trozos. Pero sí que resulta cuando menos extraño que los mayores picos en las bolsas y en la prima de riesgo se den precisamente los últimos días de cada mes. Repasemos un poco: fin de mayo, debacle en toda regla de la bolsa y la prima de riesgo; finales de junio, euforia posterior a la cumbre de la Unión Europea; finales de julio, a falta de algo mejor por la canícula general, euforia por las palabras de Mario Draghi. Pues va a ser que eso de los mercados no va a ser tan cristalino como lo pintan.

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