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CRíTICA Quincena

En Donostia no hay solo buenos cocineros

Mikel CHAMIZO

Otro llenazo en el Ciclo de Música Antigua de la Quincena Musical, que parece no verse aquejado ni por la crisis ni por el clima playero de estos últimos días. La expectativa que suscitó este concierto estaba, en realidad, bastante justificada. Para empezar se trataba de unas obras, tres de las suites para violonchelo solo de Bach, que poseen un aura mística para gran parte del público. El solista fue, además, un músico de Donostia bien conocido, Iagoba Fanlo, que hace un par de años cosechó estupendas críticas nacionales e internacionales con su grabación de estas suites. Así que el plato estaba servido para disfrutar de buena música con una pizca de chauvinismo, que es lo que más le puede gustar al melómano donostiarra de pro. Y Fanlo cumplió con creces las expectativas.

Se nota en su forma de abordarlas que estas suites le han acompañado durante años y que las tiene completamente interiorizadas. Se pudo respirar en la absoluta seguridad con que tocó cada recoveco de las suites, incluso disfrutando de algunos de los pasajes más endiabladamente virtuosísticos. Sobre su violonchelo Guillamí de 1746, de un timbre un tanto ronco pero precioso en los graves, fue desgranando las diversas danzas de las tres suites con una mecánica similar en cada una: rapidez, precisión rítmica y cierta regularidad en las danzas más ligeras, y una gran subjetividad en el fraseo y en los tempos en las más lentas, como la “Bourrée I” de la “Suite nº3”. Alguna pequeña deriva en la afinación de la “Suite nº6” –la más aguda–, y la falta de algo más de caracterización en la ejecución de algunos recursos instrumentales peculiares –como el bariolage de la “Guige” de la nº3– no evitaron que las versiones de Fanlo se impusieran con la autoridad de un gran músico, y que disfrutáramos tanto de la fuerza de las courante y gigas de Bach como de la honda emoción con que interpretó sus sarabandas.

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