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Presente y futuro de las revoluciones árabes

El Egipto post-Mubarak se topa con su Talón de Aquiles en el Sinaí

Se veía venir hace tiempo. La escalada de ataques y enfrentamientos armados en la Península del Sinaí se ha convertido en el primer gran reto para la Presidencia islamista egipcia tras el derrocamiento de Mubarak. Y todos los problemas de la zona, y los intereses de sus actores, desde Israel hasta los palestinos, pasando por el Ejército egipcio y la oscura amalgama de la yihad mundial, juegan sus cartas en sus ardientes dunas.

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Dabid LAZKANOITURBURU

La muerte hace días de 16 policía egipcios en un asalto yihadista, cuya columna armada perdió luego a ocho de sus miembros en un bombardeo israelí, ha situado la cuestión de la Península del Sinaí en el corazón de un proceso de transición, el egipcio, marcado por el pulso entre los islamistas Hermanos Musulmanes, que han ganado las dos citas electorales tras la caída del raïs Hosni Mubarak, y los militares, que simbolizan la pervivencia del viejo régimen.

Poca es la información veraz que llega de la zona. Como muestra, la televisión oficial egipcia informó de la muerte ayer de veinte yihadistas en bombardeos del Ejército en represalia por un nuevo ataque a un puesto de control. Por contra, fuentes policiales egipcias negaron la existencia de víctimas mortales, aunque confirmaron que el Ejército llevaba a cabo una operación militar con soporte aéreo de helicópteros Apache USA. Aunque ni esto último pudo ser confirmado.

Más allá de la desinformación y de los intereses que subyacen tras ella, la Península del Sinaí concentra en su arena todos los fantasmas de la región. La cuestión palestino-israelí, y árabe-israelí en general, confluye en sus dunas, sin olvidar la presencia de un islamismo armado que se nutre de la desafección que genera el poder de El Cairo entre su mayoritaria población beduina. Un cocktail, en definitiva, cuya agitación supone el primer gran reto de la recién inaugurada Presidencia egipcia del islamista Mohamed Morsi, que ayer realizó una profunda remodelación del aparato de seguridad, que afectó al poderoso jefe de los servicios secretos, Murad Muafi.

Acuerdos con Israel

Los Acuerdos de Paz de Camp David, firmados en 1979 por el entonces raïs Anwar al-Sadat y el primer ministro israelí, Menahem Begin, atan las manos a la parte egipcia, prohibiéndole desplegar a su Ejército y armamento pesado en el este y el norte de la Península, zona esta última escenario de los últimos enfrentamientos armados. Unos choques que, ciertamente, son seculares y ya se producían bajo la Presidencia del destronado Mubarak. En agosto del año pasado, un comando procedente del Sinaí mataba a ocho israelíes en una incursión al norte de Eilat. La represalia israelí, que se saldó con la muerte de cinco policías egipcios, derivó en una efímera crisis diplomática.

No obstante, y casualmente, el triunfo de la revolución parece haberse convertido en un detonante para el incremento de la tensión. Desde el triunfo de la revuelta en la Plaza Tahrir, en febrero de 2011, hasta hoy se han constatado al menos ocho incidentes armados como los de estos días.

Y la última escalada coincide con la llegada a la Presidencia de Morsi. Sus adversarios políticos han aprovechado la oportunidad para intentar desgastar su posición. Su rival en los comicios Abdelmoneim Abul Futuh ha hecho un llamamiento al Ejército egipcio a que se haga con el control del Sinaí y a enmendar el tratado de paz con Israel. Más cínico si cabe, el ex secretario general de la infausta Liga Árabe, Amr Musa, ha hecho suya esta propuesta y ha alabado públicamente el cierre de la frontera con la Franja de Gaza, para insistir, eso sí, en su «apoyo» a la causa palestina.

Y es que esta crisis es un ataque a la línea de flotación de los planes de los Hermanos Musulmanes para ayudar a sus hermanos, valga la redundancia, de Hamas en Gaza. Esta entente es vista con malos ojos tanto por Israel como por el Ejército egipcio, que sigue a pies juntillas la política antipalestina -más allá de la retórica- de Mubarak.

Entre la espada y la pared

Morsi, que ha reiterado su posición táctica de respetar los acuerdos internacionales firmados, se halla entre la espada y la pared. De un lado, es criticado por su contemporización en política internacional. Y, de otro, ve cómo la crisis en el Sinaí confiere protagonismo a su rival político directo, el Ejército.

Todo ello sin olvidar que el ataque a los planes de transición controlada de la cofradía musulmana egipcia llevan la marca, siquiera formal, de la corriente islamista yihadista. De los suyos, en definitiva.

Analistas relacionan el agravamiento de la situación con la caída del régimen de Gadafi en Libia y el correspondiente trasiego de armamento por todo el norte africano, hasta el Sinaí.

Un confín, finalmente, con una población mayoritariamente beduina que denuncia el histórico olvido al que le ha sometido El Cairo, preocupado exclusivamente por sus lucrativos balnearios de Sharm el-Sheij y de Taba, o por sus gasoductos para satisfacer las necesidades energéticas de Israel.

Un escenario, en definitiva, ideal para la proliferación del yihadismo. O para su manipulación por terceros. Y si no que se lo digan a Hamas, que tuvo que hacer frente tras su llegada al poder en Gaza a fenómenos yihadistas similares. Para solaz de Israel.

egipto

La ausencia del presidente Morsi en el funeral por los 16 policías muertos el domingo ha desatado una oleada de críticas. La Presidencia lo justificó por la carga de emociones, eufemismo para sortear a las decenas de manifestantes que corearon en el exterior gritos contra los Hermanos Musulmanes.

ISRAEL

Israel tildó de «ridículas» y «frustrantes» las acusaciones de los Hermanos Musulmanes y organizaciones de la resistencia palestina que le sitúan tras el ataque en el Sinaí. «Cuando los terroristas atacan a los israelíes, los árabes cierran los ojos... pero ahora tienen que entender que no van a parar ahí sin descartar ningún blanco».

líbano

El líder del movimiento de la resistencia libanesa Hizbullah, Hassan Nasrallah, señaló q ue «el ganador» por la tensión en el Sinaí «es Israel, que busca sembrar la discordia en Egipto y va a aprovecharse de lo ocurrido».

Pánico en Gaza tras el cierre de los túneles y del paso de Rafah

«Si el bloqueo persiste, esto será un desastre», vaticina Abu Taha, propietario de uno de los muchos túneles que horadan la frontera entre la Franja de Gaza y Egipto. Para este palestino, estos túneles se han convertido con el paso de los años en su medio de vida.

Este sistema de paso de la frontera ha quedado en entredicho después de los incidentes armados del domingo. Egipto cerró el paso de Rafah, única ventana al exterior del enclave palestino. Estos últimos días, todos los accesos a los túneles han sido cerrados o tapados, interrumpiendo las actividades de contrabando que transitan por estos accesos desde el inicio del bloqueo de la Franja impuesto por Israel en 2006 tras el triunfo electoral de Hamas.

Las mercancías y productos alimentarios pasaban por estos túneles, así como materiales de construcción. El tránsito ha sido interrumpido totalmente. «Nos han ahogado e Israel debe estar riéndose», se lamenta Taha.

Para Abu Mustaphah, el anuncio y la ejecución del cierre ha sido igualmente «un golpe enorme». «Nuestro negocio se va a la ruina. Esto va a perjudicar a miles de familiares de propietarios de los túneles, así como a más trabajadores», sentencia.

«No estamos en contra de que se establezcan medidas de seguridad, pero pedimos la reapertura de los túneles, aunque sea con un mayor control. De lo contrario, Gaza simplemente morirá», vaticina Omar Shaaban, un economista que dirige el PALthink, un grupo de reflexión y análisis con base en Gaza, y calcula en 500 millones de dólares anuales el montante de la cifra de negocios que generan los túneles. Cerrarlos «tendría un efecto devastador para los habitantes de Gaza», asegura.

«La Franja de Gaza se ha acostumbrado a utilizar los túneles como punto de paso permanente y todos los sectores de actividad en el enclave palestino dependen de ellos».

Israel mantiene un estricto control sobre las importaciones de la Franja, y prohíbe la llegada de materiales de construcción, buena parte de los cuales llegan por los túneles.

Su cierre prolongado provocaría una parálisis en la construcción de edificios y condenaría al paro a 15.000 palestinos.

«El carburante pasa también todos los días por los túneles y todo retraso en el suministro no hace sino agravar la crisis endémica de electricidad y provoca el cierre de panaderías, fábricas y transportes», insiste Omar Shaaban.

La Franja de Gaza sufría su peor crisis de penuria eléctrica, pero la situación había mejorado con el suministro de importantes cantidades de carburante desde Qatar, vía Egipto e Israel. Pero las consecuencias del ataque del domingo han puesto todo patas arriba. Largas filas de vehículos se formaron el lunes en las gasolineras. «Los egipcios bloquean los camiones que transportan los suministros y el carburante antes de su llegada a los túneles», explica Abu Hijad, que gestiona una estación. Adel ZAANUN | AFP

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