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Alberto Pradilla Periodista

«Gandía shore» es marca España

El Estado español ya ha importado «Jersey Shore», el programa de la MTV en el que una manada de jóvenes supervitaminados, y megasiliconados hacen ostentación de sus graves problemas cognitivos mientras se refocilan y restriegan con sus ciclados y apolíneos cuerpos. Es como mirar a los chimpancés de un documental de La 2 pero más instructivo. Si uno se concentra más de un segundo en alguno de sus protagonistas, comprobará que padecen serias dificultades para llevar a cabo procesos mentales sencillos. Que la lógica «sujeto-verbo-predicado» constituye para ellos un misterio más enrevesado que la fórmula para encontrar el bosón de Higgs. A pesar de sus taras, personajes como «La Situación», un homínido cuyo único recurso dialéctico es mostrar sus envidiables abdominales, se han convertido ya en indispensables para la sobremesa. Son como Los Simpson y el fuego. No te cansas de mirarlos.

Ahora, para el regocijo de quienes disfrutamos como cerdos en una cochiquera de la zafiedad de la telebasura, se rueda «Gandía Shore». En lugar de «guidos», el estereotipo italoamericano protagonista de la versión yanki, las televisiones se llenarán de «canis» aspirantes a «Mujeres, Hombres y Viceversa» puestos hasta la cencerreta y con la única misión de entretenernos con sus frases lapidarias, dignas del «quién me pone la pierna encima» del primer Gran Hermano.

Más allá de cuestiones morales (no seré yo quien condene la lujuria y la vida de costumbres relajadas), la imagen de «Gandia Shore» supone la metáfora de lo que el Gobierno entiende como «marca España». Cultura del pelotazo, famoseo ruin. Como ya aventuró Andrés Sánchez Díaz, la «prensa rosa y el voto azul». Lo superficial empaquetado con estilo rebelde, el «sálvese quien pueda» convertido en filosofía de vida y el mangante como ejemplo de «listo» que sabe aprovechar las oportunidades.

Por otro lado, seguro que el programa también sirve para calmar los mercados. Su plató ejercerá de escaparate para mostrar el proyecto que el PP reserva para la juventud. Ya me imagino a Rajoy, en una reunión en Berlín, agasajando a Merkel y mostrándole un trailer con el argumento de que «esto es lo que conseguimos privatizando la educa- ción y reduciéndola a un lujo para privilegiados mientras precarizamos (aún más) al resto». Mientras nos independizamos, voy preparando las palomitas.

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