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Raimundo Fitero

Cocina

 

Me toca. Culto a la pasión vulnerable: paella. ¿Cuántas recetas de paella existen? La cocina se ha convertido en un lugar de encuentro, en una especie de territorio de reafirmación, donde el género se difumina casi como en una love parade. ¿Por qué hay más cocineros televisivos que cocineras? Por cierto, ¿por qué se repiten tanto los programas de cocina? Caigo en el canal del huevo frito y casi me sé de memoria todas las recetas de todos sus cocineros y cocineras de cabecera. ¿Por qué lo obvio puede tener un canal especializado? ¿Se ha agotado ya la televisión de los cocineros de mercado? Karlos Argiñano existe para hacerse sombra a sí mismo. Después de él, todo lo que vemos o es indescifrable o es tan tonto y sencillo como el mecanismo de una alfombra.

Es innegable que la influencia de los grandes cocineros de vanguardia, vascos y catalanes, en primera línea, ha influido de una manera comprobable en los menús de cada día de los restaurantes más populares, y es misión imposible encontrar un restaurante que haga una cocina de toda la vida servida en platos redondos. Esto está apretando, también, a los pintxos. Mirar cualquier barra de bar es comprender que las modas calan, que la tortilla de patatas, con o sin cebolla, es un recuerdo, porque ahora la moda es meterles por encima salsas y más gustos y regustos, por señalar algo tan básico y fundamental en nuestros pintxos de subsistencia. También cuesta encontrar unas gildas de las de siempre.

La televisión ha sido la gran escuela popular de muchos de los que se meten en la cocina los fines de semana, o que intentan renovar algunos de los platos clásicos de las fiestas señaladas. Una escuela, a su vez, de comunicadores de los fogones. Miramos hacia atrás; son ya décadas en las que casi todos lo canales, en algún momento del día o de la noche, tenemos la ración de cocina, mejor o peor explicada, con aportaciones de la tecnología, con trucos, con probabilidades o con simples repetidores de recetas mal estructuradas. Ese es el gran problema, que no existe una discriminación por calidad, sino por oportunidad. Y, lo que cansa, incluso sofoca, es tanta repetición. Por eso las audiencias son marginales.