Bermeo, Elantxobe y Lekeitio honran a los arrantzales víctimas de la galerna
Un siglo después de la mayor catástrofe en la mar que se recuerda, Bermeo, Elantxobe y Lekeitio homenajearon a los 143 arrantzales que perecieron en la galerna de 1912. Fue el colofón a un fin de semana repleto de actos, en los que la emoción sigue presente 100 años después.
GARA | BILBO
Ofrendas florales, descubrimientos de placas conmemorativas y una misa memorial fueron algunos de los actos que se sucedieron en localidades costeras vizcainas como Bermeo, Elantxobe y Lekeitio en recuerdo a los 143 arrantzales que perecieron en la galerna de 1912. Ayer, precisamente, se conmemoraba la efeméride y de ahí la sucesión de actos de homenaje.
Sin duda, Bermeo fue el epicentro, con un cuidado preámbulo la noche del sábado con el teatro musical que se puso en escena en la explanada de la fábrica de hielo, en la que un centenar de bermeotarras entonaron los bertsos de Ander Oleaga, en una obra dirigida por Carlos Panera. Ayer, al mediodía, se celebró una misa memorial en la iglesia de Santa María y en numerosos balcones se mostraron sábanas con crespón negro como muestra de duelo mientras algunos de sus vecinos vestían con ropa de mahón.
En los primeros compases de la noche, una procesión silenciosa de embarcaciones se dirigió al exterior del puerto para efectuar una ofrenda floral en homenaje a las víctimas de la galerna, 116 de ellas eran vecinas de la villa, de ahí la transcendencia que ha tenido este centenario. No faltó la repetición del espectáculo de luces.
Como también lo ha tenido en Lekeitio, que perdieron en aquel fatídico temporal, ahora definido como ciclogénesis, a 16 de sus arrantzales. Por ello, al igual que en las otras localidades, se oyó el repicar de campanas y las sirenas de los cada vez menos embarcaciones de pesca de bajura en su puerto. Hubo ofrenda floral y se descubrió una placa conmemorativa después de bailarse un aurresku.
En Elantxobe, donde las víctimas fueron ocho, se descubrió otra placa creada en memoria de los fallecidos, aunque está por determinar su emplazamiento definitivo. Al lado de la cofradía también, en la que por cierto ondeó la ikurriña a media asta cubierta de negro, varios niños bailaron un aurresku en honor de aquellos trabajadores de la mar que perecieron a unas 45 millas de sus puertos cuando faenaban en busca de bonito.
Fue en definitiva una jornada para el recuerdo emotivo, a pesar de que han transcurrido cien años de aquella tragedia que marcó para siempre a las localidades marineras vizcainas.